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Pablo Molina

Y al final Valderas se cargó a Griñán

Andalucía es un caso palmario de cómo la firmeza en las propias convicciones puede quedar en un segundo plano ante la posibilidad de encaramarse al poder.

Andalucía es un caso palmario de cómo la firmeza en las propias convicciones puede quedar en un segundo plano ante la posibilidad de encaramarse al poder.

Socialistas y comunistas nunca se han llevado bien, porque en esencia compiten por un espacio electoral cuyos límites resultan siempre difusos. En España esa situación se ha agudizado en los últimos tiempos, con IU y PSOE intentando ocupar el extremo izquierdo del espectro ideológico, competición en la que los socialistas llevan las de perder por su carácter de advenedizos, como vienen demostrando todas las encuestas. Puestos a echarse al monte, la gente prefiere confiar en los que mejor conocen el terreno por llevar décadas pateándolo a diario, como es natural.

Esta cuestión de principios no supone en cambio ningún obstáculo para alianzas puntuales, pues tanto comunistas como socialistas lo que quieren es mandar. Andalucía es, a estos efectos, un caso palmario de cómo la firmeza en las propias convicciones puede quedar en un segundo plano ante la posibilidad de coger una vicepresidencia y tres consejerías, espacio administrativo más que suficiente para colocar a un par de centenares de cónyuges, hermanos y sobrinos, incluso a correligionarios sin parentesco por consanguinidad en casos extremos. Coordinar la acción de gobierno de un grupo tan abigarrado de profesionales del disparate es ya otra cuestión.

Griñán se ha visto al frente de un Ejecutivo andaluz cuyo hombre fuerte es el comunista Diego Valderas, personaje singular de cuya voluntad depende que la Unta no caiga en manos de la derechona. No es que en las filas del PSOE no haya loquinarios con capacidad de provocar grandes destrozos administrativos, pero lo de Valderas es de una profesionalidad imposible de superar. Ahí está ese decreto de expropiación de inmuebles, que ha provocado el sonrojo de toda la UE, por si alguien en Bruselas aún no situaba Andalucía en el mapa, promocionado por Valderas como la primera gran conquista del Ejecutivo de coalición en materia de justicia social.

Griñán, que lleva colgado del presupuesto público va ya para cinco lustros, sabe que las expectativas electorales del PSOE andaluz en caso de agotar la legislatura iban a ser peores que las de Rubalcaba a nivel nacional, que ya es ponerse. Sólo falta que en la elaboración de los presupuestos autonómicos los comunistas se nieguen, como han anunciado, a asumir cualquier compromiso de déficit y retrasen indefinidamente su aprobación, con el desastre que eso supone para los centenares de organizaciones socialistas que viven exclusivamente del presupuesto público. El Tocqueville de Marinaleda, por su parte, se ha sumado a este debate y ha puesto de manifiesto la importancia que su partido otorga a la disciplina financiera enviando a la UE al c. de su p. m., alegato que quintaesencia la filosofía de IU en materia económica. Normal que Griñán haya decidido enviar a un lugar parecido a sus socios comunistas anunciando unas elecciones primarias, para que sea otro el que bregue en el futuro con la tropa de de Sánchez Gordillo y Diego Valderas. Como para salir voluntario.

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