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Pedro de Tena

El 'Putingate' y el ridículo de Obama

Yo no sé si Barack Obama sabe lo que es hacer el ridículo, pero lleva unos meses entrenando con pasión y finalmente lo está logrando.

En un tiempo fue el Watergate, un caso de extraordinarias resonancias políticas para la primera potencia de la Tierra y para sus aliados en el mundo. Pero aquel repugnante enredo fue la operación fraudulenta de un partido, el republicano de Richard Nixon, contra el partido demócrata estando el protagonista de la faena en la Casa Blanca y el sufridor en la oposición. Naturalmente, fue considerado un abuso de poder, una falsificación de los procedimientos democráticos y un comportamiento político éticamente inaceptable. A pesar de su resistencia, Nixon dimitió. Fue un mal ejemplo, pero Estados Unidos mantuvo su prestigio internacional intacto logrando resolver la crisis, y el Partido Republicano lograría coser sus heridas y el descrédito durante el mandato de Ronald Reagan. Por cierto, los demócratas sometieron al victorioso exgobernador de California a burlas, desaires y descalificaciones desde el principio como ahora hacen con Donald Trump.

Muy distinto se presenta ante nosotros el que podríamos llamar abusivamente Putingate por sus aparentes semejanzas con su precedente histórico. Pero inmediatamente se observan dos diferencias. Una, que esta vez es el partido que gobierna en la Casa Blanca, esto es, el propio Gobierno USA, el que es sometido a ataques externos (en el Watergate se trató de escuchas ilegales y ahora del descrédito o el hackeo con destino a las redes sociales). Dos, que no es el Partido Republicano el autor de la conspiración, sino nada menos que el Gobierno ruso, con su presidente a la cabeza.

Yo no sé si Barack Obama sabe lo que es hacer el ridículo, pero lleva unos meses entrenando con pasión y finalmente lo está logrando. Su obsesión evidente por el triunfo inesperado –humillante para él y la corte demócrata– de Trump le ha llevado en pocos meses de iniciar un traspaso de poderes dentro de una aparente normalidad a convertir su salida de la Casa Blanca en un vodevil bufo y barriobajero. Tras vejar innecesariamente a Hillary Clinton, ahora se ha empeñado en hacer el más espantoso de los ridículos acusando a Putin de intervenir en las elecciones americanas por ser aliado de Trump.

Todos los Gobiernos del mundo tratan de influir en las elecciones de los demás países, como siempre ha hecho y hará Estados Unidos. No es nada nuevo. Si es cierto que Putin ha hecho tal cosa, reconocer su capacidad de penetración política en el modo de vida USA es dejar en ridículo al Gobierno de los Estados Unido, dejando de paso a los pies de los caballos a todo el servicio secreto, sobre el que él mismo, por cierto, mandaba, y convertir en ridículos e inútiles los votos libres de los ciudadanos.

Si no fuese verdad, e informes posteriores habrá para contradecir las tesis de Obama, el ridículo sería clamoroso. Vaya final para quien ha desmoralizado y desestabilizado al Partido Demócrata más que nadie en las últimas décadas y encima no ha matado al monstruo que fue a verle, Donald Trump. No ha aprendido nada de Jardiel Poncela, que aconsejaba matar bien para no quedar en ridículo.

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