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Castilla y León

La exabadesa de Belorado, ¿papisa de una nueva secta?

"Ella es la que manda" en el monasterio burgalés, aseguran fuentes eclesiásticas a LD tras su desvinculación de la Pía Unión de San Pablo Apóstol.

"Ella es la que manda" en el monasterio burgalés, aseguran fuentes eclesiásticas a LD tras su desvinculación de la Pía Unión de San Pablo Apóstol.
La exabadesa tras ratificar la denuncia contra el comisario pontificio en el juzgado. | EFE

Quienes encabezan una revolución, se creen llamados a gobernar. Cuando logran que un número suficiente de personas les sigan, se rebelen y se separen de aquellos a los que debían obediencia hasta ese momento, no aceptan que los líderes de otras causas similares -aunque les hayan podido ayudar en el camino- quieran ocupar una posición de poder. Y exactamente eso es lo que parece que está pasando con la exbadesa del monasterio de Santa Clara de Belorado, a tenor de lo que piensan las fuentes eclesiásticas cercanas al caso consultadas por Libertad Digital.

"Quiere ser la papisa Juana", sentencia una de ellas. Esto explicaría la sorpresiva salida del convento de Pablo de Rojas y José Ceacero, de la Pía Unión de San Pablo Apóstol. La organización -una secta, para el Vaticano- a la que las hermanas se encomendaron tras su ruptura con Roma. El falso obispo y el cura coctelero fueron invitados a marcharse por Laura García de Viedma, nombre civil de la exreligiosa que ha estado al frente del monasterio durante los últimos doce años (el máximo permitido).

Dado que las clarisas excomulgadas no se han alejado de ellos para volver al seno de la Iglesia católica y que han manifestado en un comunicado que ahora caminan "libres y solas", está claro que no quieren formar parte de ningún grupo. La escisión nacida del cisma de Belorado sería uno en sí mismo, y García de Viedma es -por tanto- su única líder. Según ha podido saber este periódico, en este momento ella busca a un sacerdote de su cuerda que pueda oficiar misa en el convento y dar los sacramentos.

No es tarea fácil. La exabadesa no quiere correr el riesgo de que sea nadie que quiera convertirse en su jefe y robarle el liderazgo que tanto le ha costado conseguir. El escenario que se dibuja en el monasterio burgalés se asemeja bastante al que vaticinaba el ministro general de los Frailes Menores (orden masculina de la familia franciscana, a la que también pertenecen las clarisas), Massimo Fusarelli, el pasado 24 de junio en una carta remitida -entre otros- a la Federación de Hermanas Clarisas de Aránzazu.

¿Y ahora qué?

Apenas unas horas antes de que las monjas cismáticas se desvincularan de la Pía Unión, Fusarelli recordaba que "en la historia de la Iglesia, cada vez que un pequeño grupo se ha aislado, termina por convertirse en secta y pierde así el aliento más amplio de la Iglesia Católica". "Las 10 hermanas ya no son Clarisas ni religiosas y sería conveniente que dejaran el hábito de San Francisco y Santa Clara", añade. "Aun así, no creo que lo hagan", reconoce.

De momento, estas mujeres de la vida consagrada que fueron excomulgadas el pasado 22 de junio siguen aferrándose a su catolicidad para continuar en el monasterio de Belorado, de donde no saldrán a no ser que haya una resolución judicial que así lo determine. Quién sabe si entonces algunas de ella decide volver a la senda que abandonaron el 13 de mayo con la publicación del manifiesto en el que comunicaban su marcha y acusaban a la "Iglesia conciliar" de haber cometido "el mayor latrocinio de la historia".

"Han caído en una lectura distorsionada y gravemente engañosa de los últimos setenta años de vida de la Iglesia", señalaba en la misiva el ministro general de los frailes franciscanos. Es la que han hecho también otros religiosos tradicionalistas, contrarios a la apertura y modernización que supuso el Concilio Vaticano II. Entre ellos Carlo María Viganò, arzobispo y exnuncio papal acusado de cisma que -previsiblemente- será excomulgado, al que aplaudieron las de Belorado.

Desde que fue destituido en 2016, arremete duramente contra la Iglesia que abrazó toda su vida. A Francisco le acusa de "herejía" y de provocar "millones" de muertes. Llama la atención que ahora, a los 83 años de edad y estando jubilado, sigue queriendo tener su pequeña cuota de poder. Es patrono de una fundación cuyo proyecto estrella es la creación de una "aldea monástica" para aquellos que "fueron objeto de las purgas bergoglianas", que inevitablemente evoca la idea de un nuevo Palmar de Troya.

Cuestión de poder

Para quienes conocen a García de Viedma, el cisma de Belorado siempre fue una cuestión de poder. El que la exabadesa quería mantener a toda costa. En primer lugar, lo intentó sin abandonar la Iglesia católica. Pero no lo consiguió. Cuando el 13 de mayo las entonces clarisas del monasterio burgalés anunciaron su ruptura con Roma, ella sabía que -de lo contrario- tenía los días contados al frente del convento. El cargo de Sor Isabel de la Trinidad expiraba el 29 de mayo, después de agotar todas las vías posibles para mantenerse en él.

Ejerció como abadesa durante doce años, el máximo permitido. Era el momento de elegir a una nueva hermana para que ocupara su lugar. Según nos explicaron fuentes eclesiales, "las abadesas y prioras, como los abades y priores, se eligen trienalmente". El órgano encargado de hacerlo es el ‘Capítulo’, formado por las monjas perpetuas de un monasterio (novicias y temporales no tienen derecho a voto). Y Sor Isabel de la Trinidad "no era elegible".

La actual abadesa había cumplido los dos trienios ordinarios y otros dos extraordinarios. "Los dos primeros trienios es el ‘Capítulo’ el que elige, pero para el tercero hay que pedir un permiso especial a Roma. Y para el cuarto, igual. Después es imposible renovar en el cargo", añaden las mismas fuentes en declaraciones a Libertad Digital. Sor Isabel lo intentó todo para mantener su poder, incluso "crear una fundación o una nueva orden para haber continuado".

La abadesa es la encargada de "gobernar espiritual y materialmente un convento" y se había instalado en esa posición dominante, nos aseguran. "El problema de Belorado es de abuso de poder", aseveran. "Quería perpetuarse y lo ha demostrado", señalaban a finales de mayo. Unas declaraciones que cobran más relevancia si cabe tras la salida de los miembros de la Pía Unión del convento y su desvinculación de la organización. "Está claro que ella y sólo ella es la que manda".

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