
Adriana Gil Altares se ha marchado del Monasterio de Nuestra Señora de Bretonera, en Burgos. Se convierte así en la segunda exclarisa (fue excomulgada y expulsada de la vida consagrada el pasado 22 de junio, junto a otras nueve hermanas rebeldes del convento) que deja en la estacada a la exabadesa y líder del cisma, Laura García de Viedma (antes sor Isabel de la Trinidad).
La primera en hacerlo fue sor Paz (María Teresa Roca Peinado), quien abandonó el cenobio en el mes de agosto. Hasta ese momento, ejercía como vicaria del monasterio y formaba parte del núcleo duro de la corriente cismática. Era una de las dos religiosas que siempre acompañaban a sor Isabel de la Trinidad. Incluso en sus desvaríos, como si se tratase de su sombra.
Sor Paz estuvo del lado de la exabadesa cuando metió en el convento a los miembros de la Pía Unión de San Pablo Apóstol. También fue una de las tres monjas que acudieron a los juzgados para denunciar al comisario pontificio -el arzobispo de Burgos, Mario Iceta- por abuso de poder y usurpación. Todo con el supuesto apoyo del resto de las hermanas rebeldes, al menos en teoría.
Era una de las personas de confianza de quien estuviera al frente del monasterio durante los últimos doce años, el máximo permitido. En un segundo nivel estaría sor Adriana, quien habría salido del convento "hace dos semanas" porque estaba "harta de todo". Así lo confirman fuentes cercanas a Libertad Digital. "Está con su familia, en casa" y "regular psicológicamente", añaden.
¿Por qué se ha ido?
Según nos explican, siguió a su superiora cuando llevó a la comunidad hasta la ruptura con Roma "seguramente por su sentido de pertenencia". Pero siempre tuvo diferencias con ella, sobre todo ante ciertas decisiones económicas. "Sor Adriana ha sido la que más ha trabajado en Orduña (el convento)", del que Laura García de Viedma también era abadesa.
"Trabajaba de sol a sol, en la huerta y con los animales", argumentan. "También iba a los mercados los jueves y los sábados, a vender". Por eso, no aceptaba los "desmanes económicos" de sor Isabel. Cabe recordar que la mala gestión de la priora, que gastaba como si se tratase de una multinacional, dejaron a Belorado sin blanca.
Cuando las cuentas fueron intervenidas por Iceta, apenas sumaban 6.000 euros. Fuentes eclesiales consultadas por este periódico creen que el goteo de deserciones terminará en una desbandada. Cuesta pensar, nos explican, que las hermanas imaginaran este escenario antes de publicar el "manifiesto católico" del 13 de mayo. "Van a ir saliendo más poco a poco", sentenecian.
¿Quién queda dentro?
Con la deserción de Adriana Gil Altares, en el interior del cenobio quedarían sólo doce de las dieciséis monjas que residían en el monasterio antes de la crisis. Una religiosa -sor Amparo- salió en cuanto estalló, porque no quería pertenecer a la "secta" -señaló en declaraciones al Diario de Burgos- a la que se había sumado la comunidad. Además, como hemos recogido en estas líneas, dos de las diez cismáticas se han marchado desde agosto.
Por otra parte, una de las cinco hermanas mayores del convento -que han quedado al margen de la revuelta tradicionalista, que ha acabado en cisma- también habría salido del cenobio hace unos días. Así lo aseguran algunos medios especializados en contenidos de índole religiosa. Libertad Digital se ha puesto en contacto con la archidiócesis para confirmar este extremo, pero -nos aseguran- no tienen constancia de ello.


