
Laura García de Viedma ha ejercido como abadesa del monasterio de Santa Clara de Belorado durante doce años (el máximo permitido). Debía haber abandonado el cargo el pasado 29 de mayo, para que otra hermana de la comunidad ocupara su lugar. Pero continúa aferrada al puesto y amotinada en el interior del convento, tras romper con Roma. "No estaba dispuesta a volver a ser una más", exclaman fuentes eclesiásticas cercanas al caso consultadas por Libertad Digital. "Vive como una marquesa" y por eso "quiere perpetuarse".
Quienes han tratado a sor Isabel de la Trinidad en sus años de mandato, creen que ese es el origen del cisma. Según nos explican, "tiene al resto de las hermanas a su servicio". "No mueve un dedo" y si lo hace "acuden a atenderla". Además -como contamos el pasado jueves en este periódico- tiene once empleados en el monasterio, "cuando lo normal en cualquier convento es que haya una o dos personas contratadas" y más "teniendo a diez hermanas en condiciones de poder ocuparse de esos trabajos".
Claro está que -pese al voto de pobreza- a doña Laura le gusta vivir bien. Este viernes el Diario de Burgos revelaba que la exabadesa es consumidora de "productos de alta gama", que -por otra parte- no habría pagado en tiempo y forma. Uno de sus proveedores denuncia a través del mencionado periódico que se le deben casi 7.000 euros de una compra de ropa de cama de una "marca exclusiva" que la jefa del convento habría realizado en el mes de enero.
Según se recoge en el artículo, él asegura que no es el "único autónomo afectado por el agujero económico generado por la exabadesa". A otros compañeros les debería el pago de "jamones ibéricos y teléfonos y ordenadores de última generación". De estos conceptos, a la comisión gestora de los monasterios de Belorado, Derio y Orduña -que se encarga de la administración de los mismos desde el nombramiento de Mario Iceta, arzobispo de Burgos, como comisario pontificio- solo le consta el testimonio de este señor.
No obstante, según ha confirmado Libertad Digital, el proveedor al que se menciona en el texto periodístico remitió el pasado jueves al equipo de Iceta la factura que a él se le adeuda desde hace meses: 6.900 euros en ropa de cama de la mejor calidad. Unos 3.000 euros en sábanas de seda (cinco juegos de alrededor de 600 euros cada uno) y casi 4.000 euros en nórdicos de pluma de oca y cubrepies de cama de terciopelo (otros cinco de cada cosa).
¿A cuánto asciende la deuda?
Desde el arzobispado de Burgos destacan que la exabadesa no les ha comunicado el compromiso de pago pendiente con el proveedor de sábanas que ha realizado su denuncia a través del Diario de Burgos ni con los otros autónomos que él menciona, y que supuestamente surtían a De Viedma y su camarilla de jamones ibéricos o de Iphones.
"En esa veintena de facturas que nos ha ido enviando no está ninguna de estas", nos aseguran. Y eso que ascendían a más 35.000 euros, aparte de las nóminas de trabajadores que reclaman (otros casi 10.000 euros). Por tanto, desconocen la cifra total del agujero que sor Isabel ha dejado en el convento o qué más pueda tener "guardado en el cajón".
Muchos gastos y poco negocio
Otras fuentes eclesiásticas reconocen que eran sabedoras de que los gastos de la exabadesa eran excesivos. "Gastaba como si fuera una multinacional", señalaban en declaraciones a este periódico. No sólo les llamaba la atención la cantidad de personas que tenía trabajando para ella, también que siempre tuviera "tres o cuatro coches" y que montara negocios "de un día para otro" sin conocer el sector.
Ella "funciona a golpe de ocurrencia", sentencian. Así le pasó con el criadero de perros de Golden Retiever, que era "ruinoso además de ilegal". Ni siquiera sus excelentes trufas dan para pagar este tren de vida, nos explican. "No son negocio para ningún convento" y menos para el burgalés. "Usan chocolates muy caros" y con lo que ganan "tienen que pagar esa materia prima".
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