Isabel Pantoja, desde que salió del centro penitenciario el pasado jueves para disfrutar de su segundo permiso carcelario, no ha vuelto a salir de su finca Cantora.
La primera en visitarla fue su hija Isa, que llegó acompañada de su prima Anabel. Y de allí no han salido. Isabel ha tenido que enfrentarse y hablar con su hija y con su hermano Agustín, y mediar para que hagan las paces y poder llevarse bien. La hija de la tonadillera lo ha dejado bastante claro en una entrevista: la relación es inexistente entre ella y su tío. Unos días tristes y complicados para la artista, que ve como los miembros de su familia están cada día más distanciados. Y con el agravante de no poder conseguir el tan ansiado tercer grado, motivo que no le permite trabajar para hacer frente el pago de más de 200.000 euros que tiene pendiente para el mes de septiembre. Como es sabido, todas las propiedades de Pantoja están a la venta pero ninguna libre de cargas. Parece ser que la casa del Rocío es la única que se libra. Está a la venta, pero no tiene comparador de momento.
La artista, este año, se ha reunido con amigos íntimos nada mediáticos, y su familia. El último en llegar fue su hijo Kiko, alrededor de las 8 de la tarde, con su novia Irene. Al parecer el Dj tenía trabajo y le ha sido imposible llegar antes para poder pasar el día del cumpleaños con su madre. Allí ha coincidido con su hermana, que hacía meses que no veía, al estar concursando en el programa de Supervivientes. Una relación que vuelve a pasar por momentos delicados, ya que los hermanos cada vez están más distanciados, y como el lógico a la madre le hace sufrir.
Isabel Pantoja tiene muchos frentes abiertos, y ninguno con pronta solución. La noticia de volver a ser abuela, y en esta ocasión de una niña (ya tiene dos nietos varones) seguramente le habrá hecho mucha ilusión.
El culebrón no tiene un final cercano, y ni mucho menos feliz. Todavía quedan muchos capítulos, y puede pasar de todo.