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Jesús Quintero: las malas inversiones de un seductor de la palabra y las mujeres

Los muchos millones que Jesús Quintero ganaba lo iba invirtiendo en algunos negocios no siempre rentables.

Los muchos millones que Jesús Quintero ganaba lo iba invirtiendo en algunos negocios no siempre rentables.
Jesús Quintero. | Contacto Photo

Quienes en su mayoría han escrito sobre Jesús Quintero, antes y ahora que acaba de morir, coinciden que era un excelente y original comunicador, que hizo fortuna profesional tanto con la profundidad, ironía y aliento poético en sus entrevistas como con sus silencios, que a fuerza de utilizarlos a lo largo del tiempo ya no sorprendían; es más, se esperaban esas largas pausas, que nadie como él hacía a través de la radio y la televisión.

Nacido hace ochenta y dos años en San Juan del Puerto (Huelva), de padre electricista, vivió sobre todo en Sevilla y Madrid. Sobresalía físicamente, amén de su elevada estatura, por su pelo ensortijado. Cuando grababa entrevistas para su programa El hombre de la roulotte, pues se desplazaba por media España con ese medio de automoción, fue a ver a Manuel Benítez "El Cordobés" y éste lo confundió con Rafael de Paula, por su parecido con el diestro calé.

El rasgo que lo caracterizaba era el de la seducción, que empleaba con la palabra, ese verbo tan personal ante el micrófono, algo redicho, que naturalmente no usaba en su trato con amigos y compañeros. Y un seductor siempre con las mujeres. Hubo un tiempo que algunos lo creyeron homosexual. Todo lo contrario. Tuvo ligues a porrillo. Entre los amores más llamativos se encontraba una cantante hispanoamericana, Soledad Bravo, a la que representó artísticamemnte para luego convertirla en su amante. Intérprete muy entregada al feminismo, culta, que interpretaba textos propios o de poetas como Rafael Alberti, del que grabó un álbum.

También tuvo relaciones íntimas con una de las hermanas Benítez, cubanas que huyeron de La Habana para asentarse en España huyendo del castrismo. Primero fueron cinco, luego formaron cuarteto y finalmente quedaron únicamente tres. Pero la artista que llegó más al corazón de Jesús Quintero fue la bailarina y coréografa andaluza Merche Esmeralda. Estuvieron a punto de casarse, pero el onubense nunca estuvo por la labor de firmar papeles que lo atasen legalmente de por vida al vínculo matrimonial.

Si bien esos amores dejaron recuerdos en Jesús, hubo otras dos mujeres que marcaron para siempre su larga historia sentimental. Sencillamente porque con cada una de ellas tuvo una hija. Ángeles Urrutia es el nombre de una catalana que dejó su residencia barcelonesa para trasladarse a vivir con Quintero, en cuya productora de televisión establecida en Sevilla tuvo un puesto. Estaba claro que se querían. Y de esa relación vino al mundo Andrea, hoy periodista. Profesión que ejercía la otra mujer importante para Jesús, Joana Bonet, directora de la revista Marie Claire y otras publicaciones, con la que fue otra vez padre de una niña, llamada Lola, que estudiaría Ciencias Políticas. Esas dos hijas de Jesús Quintero, de las que él se sentía muy orgulloso en épocas cercanas, se quejaban del poco caso que él les hizo y fueron educadas cada una por su madre. Concedía Quintero que había sido, efectivamente, un mal padre y llegó a reconocer hace pocos años a la propia Joana Bonet, en una de las pocas entrevistas que él concedió, que tampoco había sido un compañero adecuado. Tanto Andrea como Lola atravesaron una época en la que no recibían la transferencia mensual que su padre debía enviarles. Y lo demandaron.

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Jesús Quintero | Archivo

Esa manera de atender a las mujeres de su vida, sobre todo a Joana y a Ángeles, sin ejercer responsabilidades familiares, es propia de bohemios como Jesús Quintero, al que por encima de todo lo que más le interesaba era su trabajo. Ególatra, sin duda. Y hasta le echaron en cara ser machista. Su mente bullía constantemente en pos de posibles programas, de negocios relacionados con los medios de comunicación. Así, le dio una temporada por imaginar la creación de una emisora instalada en un barco que podía haberse llamado Radio Pirata. En realidad esa idea ya se le había ocurrido en los años 60 a un avispado empresario, creo que francés, emitía en alta mar, en aguas que no eran territoriales, y se hizo rico potenciando la música pop de la época. A sus colaboradores, Jesús los traía fritos con sus inventos. Pero logró abrir una emisora, Radio Romántica, en pleno centro de Sevilla. Lo malo es que lo hizo sin autorización previa. Y se la cerraron. La instalación de ese canal radiofónico se situaba en un edificio de tres pisos en la calle de Placentines, nombre que le sirvió para un bar-cafetería, negocio al que quiso imbuir de un aire algo intelectual para atraer a una clientela de artistas, gente de la cultura, estudiantes… Se reservó el ático para vivir, desde donde contemplaba la Giralda. Otra inversión aventurera fue la de Radio América, desastrosa en su etapa final.

Jesús ganó mucho dinero en su larga vida. Cuando pertenecía a Radio Nacional de España compaginaba sus labores en el programa Estudio 15 – 18 con la faceta de "mánager" de Paco de Lucía, quien hasta entonces pertenecía a cuadros flamencos de "tablaos" madrileños y acompañaba a grandes "cantaores". Quintero le dio un empujón promocional de tal forma que aquel genio de la guitarra, a partir de "Entre dos aguas", fue convirtiéndose ya en un gran concertista y, salvo sus colaboraciones con Camarón de la Isla, ya no tuvo que acompañar en el escenario a nadie.

Pero los muchos millones que Jesús Quintero ganaba lo iba invirtiendo en algunos negocios no siempre rentables, salvo algunas adquisiciones inmobiliarias de importancia. Gastaba mucho en ropa cara y tuvo dos coches de lujo. Lo que fue la puerta definitiva para iniciar su camino hacia la ruina económica fue la inauguración del restaurante Montpensier en pleno parque sevillano de María Luisa. Invirtió un dineral. Al principio era el lugar de moda en la capital andaluza, pero Jesús no debió elegir a gente preparada para llevar un negocio de esa magnitud, pues su aforo era de varios centenares de personas. Clientela que se quejaba del mal servicio, la tardanza en atender las mesas, lo que propiciaría el desastre total. Quintero hubo de acabar con aquella aventura. Pero inasequible al desaliento, se embarcó en su último negocio: la apertura de un teatro que llevaba su apellido, a espaldas de la popular calle de las Sierpes, donde se representaron funciones escénicas y de variedades. Otro fracaso, que dio la puntilla a cuanto tenía ahorrado. Ya no lo contrataban en ninguna cadena de radio ni de televisión y se le fueron acumulando las deudas.

Una pena que un tipo genial como él, con sus luces y sombras, no supiera administrar sus muchas ganancias. En realidad el dinero para él era lo de menos: sólo pensaba en crear. Era imaginativo, brillante, inconformista. Lo apodaron "El loco de la colina" porque desde su programa en la cadena Ser "Mayores sin reparos" tenía como sintonía musical una pieza de Los Beatles, "The fool on the hill". El origen del título de otro espacio, "El perro verde", de gran audiencia, tiene dos versiones, que no he podido contrastar. Una era la del propio protagonista, quien dijo que su madre le había dicho un día, siendo pequeño: "Niño, eres más raro que un perro verde". Es un dicho por otra parte muy conocido en Andalucía. Hay otra versión al respecto, que encontré en "El purgatorio", libro de Javier Salvago, eficaz guionista de Quintero al que éste no siempre reconoció su importante aportación en sus programas: le dio la idea, según su testimonio escrito, de que "El perro verde" era un título llamativo, a lo que Jesús respondió que siempre había creído que los perros eran de color amarillo.

La vida de Jesús Quintero precisaría de un espacio mayor al que tenemos. Para contar sus entrevistas, por ejemplo, a presos como Rafi Escobedo, pocos días antes de morir. Y lo mismo con Rocío Jurado, ya muy enferma. O sus trece programas mano a mano con Antonio Gala. Y aquellos ratos surrealistas con Juan Joya Borja "El Risitas" y su colega Antonio Rivero Crespo, al que llamaba "¡Cuñaooo…!", ambos desdentados, riéndose sin parar y haciéndonos reír.

"El loco de la colina" pasó algunas temporadas sujeto a depresiones, que lo llevaban a retirarse de su oficio y a frecuentar consultas de psicoanalistas. Pero estaba más cuerdo que muchos. En esa época difícil encontró al tercer gran amor de su vida, una pedagoga llamada María, con la que sí se decidió a casarse en 2020. Ella lo ha cuidado hasta el fin. Su salud se fue deteriorando en los últimos años y hubo de ser intervenido de una patología cardíaca. Ya en el pasado mes lo ingresaron en una residencia sita en Ubrique, víctima de una afección respiratoria y otros males. Este lunes pasado, día 3 de octubre, le sirvieron la comida. Y se fue a echar la siesta a su habitación, para irse silenciosamente, sin sufrir, de este mundo. Su nombre ya es historia: fue uno de los más originales e importantes comunicadores de nuestra radio y televisión.

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