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Katy Mikhailova

OTAN mediante: el triunfo de la moda

Esta cumbre ha sido un acontecimiento absolutamente innecesario que solo ha perjudicado a los madrileños para seguir desempeñando su actividad habitual.

Esta cumbre ha sido un acontecimiento absolutamente innecesario que solo ha perjudicado a los madrileños para seguir desempeñando su actividad habitual.
Jean Marie Pèrier y Françoise Hardy | Alamy

El pánico sembrado esta semana con la visita de la OTAN ha sido cuanto menos un indicio de cómo, después del confinamiento, cualquier medida de "seguridad" es aceptada por los españoles sin rechistar. Y es que el lunes aterrizaba en Madrid (a 24 horas de la llegada de políticos y diplomático) Jean-Marie Périer, probablemente el fotógrafo francés en vida más importante.

Este viaje se llegó a programar con casi dos meses, aun cuando nadie hablaba de la OTAN. Bertie Espinosa y yo (desde Fearless) organizábamos su exposición de fotos en Gandiablasco (C/ Ortega y Gasset 28). Un recorrido fotográfico por la historia de la moda y la música. Desde Karl Lagerfeld, Yves Saint Laurent, Carla Bruni… pasando por Bob Dylan, The Rollings Stones o The Beatles. Como dicen en Leica (la que fue su casa fotográfica cuando empezaba con tan solo 17 años), Périer es testigo de una época que no sabemos si volverá a vibrar como entonces. Haber pasado de hacer fotos analógicas a las digitales imprime, y nunca mejor dicho, carácter.

La fiesta inauguracional, prevista para el 28, días antes intentó ser anulada por multitud de personas que me decían "nadie va a poder llegar al evento". Incluso aun estando yo en Tel Aviv (el sábado pasado) los directivos de Elizabeth Arden España anulaban una fiesta también prevista para el martes.

Contra todo pronóstico, y un Madrid lleno de taxis y de vida (aunque menos atascos) llevábamos a cabo la inauguración con más de 120 invitados. Desde Rocío Monasterio, Cristina Cifuentes, María Chávarri, Beatriz de Orleans, Lorenzo Castillo o Teria Yabar, pasando por la influencer y concursante de Masterchef Ana Iglesias Panicheli. Disfrutábamos de una copa de albariño de Mar de Frades y observábamos cómo, OTAN mediante, Madrid revivía. A solo unos metros estaba Biden y su séquito. Y la vida podía continuar en la calle.

La cita continuó en Flores de Alcachofa, restaurante al que se sumaban Fabiola Martínez, Susie Lindberg y Agatha Ruiz de la Prada con su novio. Incluso un "visto y no visto" de Rafael Amargo que desapareció antes de que empezara la cena (Rafa, solo te pido que me digas si estás bien). Los entresijos de sus conversaciones ya se lo dejo a mi admirado Carlos Pérez Gimeno, si procediera su crónica. Y si no, su mera presencia enriqueció el encuentro.

Ha sido un digno homenaje a Périer, el dandy de la fotografía. El hombre que ha sido capaz de reunir en una misma foto a Kenzo, Valentino, J. Galliano, G. Armani, G. Versace, K. Lagerfeld, y hasta más de 20 personalidades de la creación y la moda a finales de los 90, pero con una silla vacía: la ausencia de Martin Margiela. También Naomi Campbell pasó por su objetivo, Carla Bruni y un Alain Delon que, hace escasos tres meses, ha solicitado la eutanasia. Aún no se la han concedido. Y menos mal.

Ha sido una semana de OTAN en donde los medios más modernos y "progres" destacaban la agenda de ellos (los políticos) y los outfits de ellas (las primeras damas y algún que otro primer marido. O como se diga). Luego diremos que si el machismo… Begoña Gómez era la gran protagonista por su presunta sobriedad y elegancia. Las mandaban a La Granja mientras ellos "arreglaban" el mundo. A Jill Biden no hay manera de aportarle glamour porque es misión imposible. Aún con alpargatas de Castañer. Mientras, nuestra Reina nos convencía de lunares, con traje blanco o con (también) alpargatas.

La falta de naturalidad en los posados de la Primera Dama de los EEUU recordaba una vez más qué necesidad de que a los políticos les acompañen sus mujeres. Brigitte Macron aportaba un toque alocado con un vestido turquesa vaporoso en el Palacio Real, a juego con un bronceado marbellí y un perfecto rubio platino, repeinado cual peluca de muñeca. Y Kim kun, desde luego la gran desconocida, mujer del presidente de Corea del Sur, nos enamoraba como un impoluto blanco vestido midi con perlas incrustadas y acompañado de guantes del mismo color que la convertían en una princesa de inspiración occidental.

Todo este cocktail de vanidad, ostentación y materialismo recuerda que esta cumbre ha sido un acontecimiento absolutamente innecesario que solo ha perjudicado a los madrileños para seguir desempeñando su actividad habitual. Por fortuna, OTAN mediante, y sin complejos (totalmente fearless), mi agenda siguió adelante.

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