
Wendy era una gata de una colonia felina en Villanueva de la Condesa (Valladolid) que falleció hace unos días por un fallo renal, víctima del Real Decreto 666/2023 que restringe el uso de antibióticos. Su muerte posiblemente se podría haber evitado de haber tenido libertad de prescripción, según ha relatado a Libertad Digital la veterinaria y gerente de la clínica donde Wendy fue tratada, Leticia González.
Una vecina que se encarga de manera voluntaria de alimentar a los gatos comunitarios del pueblo observó que una de las gatas estaba enferma y la llevó a la clínica Vetoven. Allí le informaron de que la gatita padecía una rinotraqueitis en estado avanzado. González relata que comenzaron el tratamiento con un antibiótico del grupo que no requiere cultivo previo: "Lógicamente, la evolución fue negativa. Ya sabemos que estas cosas pasan, por eso antes siempre tirábamos de inicio con antibióticos más potentes".
Para utilizar un antibiótico más potente, el real decreto obliga a realizar un cultivo y un antibiograma antes de aplicar el tratamiento. Pero eso cuesta dinero y Wendy era una gata callejera sin dueño. Tampoco estaba registrada ni esterilizada, una labor que correspondía al ayuntamiento de Villanueva de la Condesa (PSOE), responsable último de la salud y el bienestar de Wendy, según la ley de Bienestar Animal. "Al final, todo el mundo se lava las manos", lamenta González.
"El animal estaba muy mal. Le hospitalizamos porque no comía, apenas bebía… la pobre estaba en un estado lamentable". Como último recurso, le aplicaron un antibiótico intravenoso, pero "finalmente la gatita murió con un fallo multiorgánico por un fallo renal".
Normativas que matan animales
El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, ha asegurado este lunes que "no se va a sancionar" a ningún veterinario que prescriba un antibiótico "en condiciones de urgencia y de necesidad para salvar la vida del animal o para evitar su sufrimiento". Los veterinarios temen la inseguridad jurídica porque nadie ha dejado claro qué se considera una "urgencia". En cualquier caso, Wendy no era un caso urgente cuando llegó al veterinario, pero acabó muriendo.
"Hay una nota aclaratoria, pero ¿quién sabe si le van a multar o no?", cuestiona González. "Hay que ponerse en la situación de los veterinarios cuando les dicen que no pueden hacer su trabajo profesionalmente y les atan de pies y manos amenazándole con multas y, a la vez, están viendo morirse un animal entre sus manos. No es precisamente sencillo estar en esa situación donde sabes que podrías hacer más y no te dejan por miedo a que te pongan la multa de tu vida y te arruinen la carrera profesional".
Y este conflicto moral, señala González, se extiende entre los propietarios: "Se van a plantear muchas situaciones donde el propietario, al final, en situaciones donde no tenga un vínculo especialmente cercano con el animal, lo va a acabar abandonando. O se van a eutanasiar antes de la cuenta", lamenta.
El caso de Wendy se suma a la muerte de Selva, la pequeña hembra de jack rusell que falleció de sepsis tras sufrir la mordedura de otro perro y no recibir la medicación a tiempo.