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Amando de Miguel

La frondosa conversación de los españoles

Los adverbios terminados en -mente constituyen una plaga de las conversaciones. No hay que tomarlos en su literalidad.

El español medio es verbomotor. Su afición a parlar se ha facilitado mucho por el teléfono móvil. Da la impresión de que muchos de mis compatriotas –especialmente los pasajeros del AVE o los de los autobuses de mi pueblo– tienen tarifa plana. Una conversación larga se resiste porque los interlocutores apelan al repertorio de muchas expresiones convencionales, que se dicen sin pensarlas mucho.

El saludo de las conversaciones amistosas comienza por preocuparse por la salud del interlocutor: "¿Cómo estás? ¿Cómo te va? ¿Qué tal?". No se espere una contestación narrando problemas sanitarios. Se trata de una pura fórmula. El interlocutor viene obligado a asegurar que está muy bien. A partir de tal prólogo ya puede dar carrete. La conversación no parece tener final.

En sus dilatadas conversaciones, los españoles acostumbran a dar todo género de detalles (fechas, nombres, parentescos, etc.). Diríase una deposición judicial. Son amigos de divagaciones, circunloquios, paréntesis, repeticiones. Al narrar un diálogo con otra persona, gustan de repetir algunas preguntas y respuestas. Apelan a muchas formas para alargar las frases: "Que si patatín, que si patatán", "Por hache o por be", "Y tal y tal", "Nada de nada", "Ni te cuento", “¿Entiendes lo que te quiero decir?”, “¿Sabes?”, “¿No?”, “¿Vale?”, “Bueno, no veas”, “Pues”, “Y dale que dale”, “¿No te jode?”. Las preguntas intercaladas de esa forma no esperan respuesta.

Los adverbios terminados en -mente constituyen una plaga de las conversaciones. No hay que tomarlos en su literalidad. Por ejemplo, "completamente diferente" no quiere decir que no haya similitudes. "Absolutamente distinto", ídem de lienzo. "Verdaderamente gilipollas" quizá no lo sea tanto.

En las conversaciones resulta muy convincente apelar a cantidades. Hay algunos números fastos y otros nefastos. Consideremos el cuatro. Significa escasez en un sentido despectivo: cuatro duros, gatos, letras, paredes, tiros. Quiere decir pocos o "un número indeterminado o insignificante". Hay más palabras y expresiones en las que tal número aparece como prefijo con el resultado de quitar importancia. Veamos: cuadrilla, cuatrojos, cuarto poder (la prensa en una función poco legítima), a la cuarta pregunta (sin un duro), chiquilicuatre. Para indicar una cantidad grande se recurre a expresiones vagas: la tira, mogollón, demasiado, a porrillo, ciento y la madre, tela marinera.

Da mucho prestigio soltar algunas apreciaciones difusas, que en el fondo no quieren decir nada. Por ejemplo, "esto es lo que hay", "lo mismo que te digo una cosa te digo la otra", "tú dirás", "a ver". Son de temer las afirmaciones de las personas que aseguran llamar siempre "al pan, pan; y al vino, vino". Suelen enrollarse como las persianas.

Las exageraciones en el habla corriente son tantas que no impresionan. De ahí que se recurra a expresiones manidas, que literalmente pueden resultar disparatadas. Anoto algunas: echar la casa por la ventana, comer el coco, no caber ni un alfiler (en una multitud), comerse los codos (de hambre), con el corazón en la mano, costar un ojo de la cara, darse con un canto en los dientes, descojonarse de risa, mojar la oreja, estar hecho polvo, ser un meapilas, mezclar la velocidad con el tocino, no casarse con nadie, no tener uno donde caerse muerto, respirar por la herida. Son expresiones que un hablante de otro idioma y que intente aprender el nuestro encuentra difíciles de entender. Puede ser un buen test para comprobar que va adelantando en el aprendizaje del español.

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