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Pedro Fernández Barbadillo

La autodeterminación y el retrete

La provincia de Barcelona fue la que aportó más síes, por encima de la de Madrid.

La provincia de Barcelona fue la que aportó más síes, por encima de la de Madrid.

El 15 de junio de 1977 los españoles votaron para elegir Cortes mediante sufragio universal y sin ninguna limitación, ya que hubo incluso comunistas, nacionalistas a favor del desmantelamiento del Estado y partidarios de otra monarquía.

El 22 de julio el rey Juan Carlos I convirtió las Cortes ordinarias en constituyentes en su mensaje de apertura de la legislatura al confiarles la redacción de una Constitución que sustituyese a las Leyes Fundamentales del franquismo. De este modo, España siguió siendo diferente, al tener una asamblea constituyente bicameral (Congreso y Senado), cuando en todos los demás procesos similares celebrados en Europa esa asamblea era unicameral.

Entre los asuntos más discutidos en el largo proceso (casi año y medio de duración) estuvieron la unidad de España y la Monarquía. Entonces hubo una pequeña corriente partidaria de convertir España en un Estado confederal asentado sobre la libre autodeterminación de los pueblos que la formaban.

Los modelos de la URSS y Yugoslavia

Entonces, sólo dos Constituciones europeas reconocían el derecho de autodeterminación. La primera, la de la Unión Soviética, que mantenía una tradición de la época de la toma del poder por los bolcheviques, en 1918. Éstos abanderaron el derecho de autodeterminación de los pueblos que componían el inmenso imperio de los Romanov para engrosar sus filas, pero en cuanto dispusieron del Ejército Rojo aplastaron a quienes lo reclamaban, como las breves república nacional ucraniana (1917-1921) y república democrática georgiana (1918-1921).

En 1974 la Constitución de la República Socialista Federativa de Yugoslavia (de más de 400 artículos) incorporó en su título preliminar el derecho de autodeterminación:

Partiendo del derecho de cada pueblo a la autodeterminación, comprendido el derecho de secesión sobre la base de la voluntad de todos los pueblos y las nacionalidades, expresada libremente (…), los pueblos de Yugoslavia, junto a las nacionalidades con las que viven, se han unido en una República.

En realidad esas proclamas constitucionales se trataban de brindis al sol, de actos de propaganda contra los Estados capitalistas: los socialistas eran tan buenos y sinceros, tan verdaderamente demócratas, que los pueblos empleaban la autodeterminación para unirse en paradisiacas repúblicas socialistas. El Occidente decadente negaba el derecho de autodeterminación a los pueblos porque los atontaba con la democracia formal.

En los años 80 y 90 se produjo lo insospechado: el derrumbe del bloque socialista. La fragmentación de la URSS y de Yugoslavia tuvo una legitimidad legal debido a sus Constituciones. Y el proceso no ha concluido, como demuestran la autodeterminación este año de Crimea, territorio de Ucrania, y su posterior unión a Rusia.

Lo que queda claro es que, en Europa, donde la única situación colonial se da en Gibraltar, el derecho de autodeterminación causa de violencia y muerte cuando un grupo pretende ejercerlo.

El diputado Letamendía

En las Cortes constituyentes españolas sólo se debatió la inclusión de la autodeterminación una vez, en junio de 1978. El diputado Francisco Letamendía, de Euskadiko Ezkerra (y luego de Herri Batasuna, en la siguiente legislatura), presentó una enmienda para introducir un nuevo título en la Constitución para reconocer y regular el derecho de autodeterminación.

En el debate sobre el artículo 2, en mayo de 1978, Letamendía propuso la siguiente redacción, que se rechazó:

La Constitución se fundamenta en la plurinacionalidad del Estado español, la solidaridad entre sus pueblos, el derecho a la autonomía de las regiones y naciones que lo integran y el derecho a la autodeterminación de estas ultimas.

Al respecto, Javier Arzallus (luego Xavier Arzalluz) dijo que la autodeterminación era "una virguería troskista".

Letamendía insistió posteriormente en imponer sus ideas a los diputados restantes. El 16 de junio, una vez concluida la discusión del Título VIII de la Constitución, propuso que, transcurrido un plazo de dos años desde la entrada en vigor de un estatuto de autonomía, la asamblea legislativa de la comunidad en cuestión, a propuesta de la cuarta parte de sus miembros, podría tomar la iniciativa de ejercer el derecho de autodeterminación para separarse del resto de España y constituirse en Estado independiente.

Roca no puede aguantarse el pis

El diputado del PSUC y catedrático de Derecho Constitucional Jordi Solé Tura cuenta en su libro Nacionalidades y nacionalismos en España, editado en 1985, cómo se comportaron varios diputados catalanes en la votación de la enmienda en la Comisión Constitucional, llamada de Asuntos Constitucionales y Libertades Públicas.

El representante de Convergència Democrática de Catalunya, señor Miquel Roca Junyet, y los representantes del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE), experimentaron súbitamente unas grandes urgencias fisiológicas que les obligaron a ausentarse y les impidieron tomar parte en la votación.

Pero es que además instaron a Solé Tura a que fuese al retrete con ellos, para no quedar en ridículo.

A sugerencia de ellos, un ujier me comunicó que yo también debía experimentar sin duda las mismas urgencias y que haría bien (sic) en satisfacerlas al instante, pero lo cierto es que yo me encontraba perfectamente bien y no sentía la necesidad de moverme.

Los diputados restantes votaron todos en contra de la propuesta de Letamendía, salvo el diputado del PNV Marcos Vizcaya, porque, según Solé Tura, sólo estaba a favor de su condición teórica, "pero (...) en realidad no deseaban que tal derecho se incluyese en la Constitución".

Gregorio Peces-Barba (PSOE) reconoció que el XXVII Congreso del PSOE había incluido el derecho de autodeterminación, pero limitado a los pueblos colonizados. Aceptar que los vascos estaban colonizados era hacer una "ofensa al pueblo vasco" y añadió que había detectado una "amenaza" en las palabras con que Letamendía defendió su enmienda.

Solé Tura dijo que el derecho de autodeterminación era "de larga trayectoria en el pensamiento marxista", pero que "sólo es aplicable en función de la situación de cada país". En su discurso, añadió que los diputados Miquel Roca y Rodolfo Guerra Fontana habían "escurrido el bulto".

Según la crónica que público ABC al día siguiente,

los señores Roca y Guerra Fontana manifestaron, en su turno, que, si hubieran estado en la sala, no habrían votado a favor.

Afirmación que nunca se comprobará, pero de la que se debe dudar, ya que cuando tuvieron la oportunidad de pronunciarse al respecto hicieron mutis por el foro.

En 2013 el pillo de Miquel Roca, convertido ya en prestigioso abogado defensor de la infanta Cristina de Borbón, declaró en una entrevista que el "espíritu constitucional" se había "roto".

Yo hice esta Constitución y voy a seguir siendo fiel a su espíritu. Lo que lamento profundamente es que ese espíritu se haya roto. Es un cierto fracaso.

¿No lo rompió él cuando declaró (mayo del 78) que, por medio de las autonomías, "coincidimos todos en alcanzar, por la vía de la autonomía, un nuevo sentido de la unidad de España", pero luego se escaqueó para no votar en contra de incluir la autodeterminación en la Constitución?

Cuando este fin de semana se cumple el 37º aniversario del único referéndum que se ha permitido a los españoles sobre una Constitución, merece la pena recordar que en esa votación los catalanes se pronunciaron de una manera abrumadora a favor de la nueva norma fundamental. Entonces, la provincia de Barcelona fue la que aportó más síes, por encima de la de Madrid.

También hay que subrayar que, según los propios datos de la Generalitat sediciosa, en la seudoconsulta del 9 de noviembre las papeletas del sí-sí no alcanzaron las 400.000, por debajo de todos los referendos celebrados en Cataluña, desde el franquista de 1966.

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