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Santiago Navajas

Scruton: RIP para un filósofo conservador

Ha muerto Roger Scruton, un filósofo conservador, gran adversario del liberalismo y su valor supremo, la libertad, en nombre de la tradición, la cohesión social y la lealtad a la comunidad.

Ha muerto Roger Scruton, un filósofo conservador, gran adversario del liberalismo y su valor supremo, la libertad, en nombre de la tradición, la cohesión social y la lealtad a la comunidad.
Roger Scruton | Flickr

Ha muerto Roger Scruton, un filósofo conservador, gran adversario del liberalismo y su valor supremo, la libertad, en nombre de la tradición, la cohesión social y la lealtad a la comunidad.

El comunitarismo pierde a uno de sus grandes referentes. Y todos a una gran persona.

Este comunitarismo conservador surgió como filosofía moderna precisamente como reacción contra la Modernidad filosófica. Burke fue, en Inglaterra, el gran enemigo de la Revolución Francesa en nombre de los valores de la jerarquía social y las leyes restrictivas. Para Burke, toda libertad es libertinaje. No es de extrañar que sea en Inglaterra donde el pensamiento conservador se haya mantenido más sólido en las plumas de Michael Oakeshott y Roger Scruton, que tuvo en Mayo del 68 la revelación de que la revolución nos dirigía al desastre al modo en que Burke vio con horror la Revolución Francesa. Para los conservadores británicos, todos los males políticos vienen de París.

Para mayor escándalo de los conservadores llegó Margaret Thatcher, una liberal-conservadora que no creía que existiese la sociedad como entidad anterior a los individuos. Demasiado para socialistas colectivistas pero también para conservadores nostálgicos del tradicionalismo a los que no gustaba ni un pelo esa parvenu pequeño-burguesa, neoliberal y hayekeana.

Frente al espíritu fáustico y prometeico de la Modernidad, el neoconservadurismo británico defiende la tradición como principal fuente de conocimiento, la jerarquía como principio de organización social y una concepción pesimista sobre la naturaleza humana que lleva al paternalismo estatal representado en sus élites naturales. En general, Scruton defendió una concepción orgánica de la sociedad y una concepción mercantilista de la economía, ambas orientadas por los valores del honor, la seguridad y la fidelidad. Todo ello hecho con un espíritu vivaz y combativo. En sus propias palabras:

La defensa del conservadurismo no tiene por qué presentarse en tonos de elegía. No se trata de lo que hemos perdido, sino de lo que hemos conservado, y cómo mantenerlo.

Hay una crítica de Scruton al liberalismo muy oportuna y sagaz: en general, los liberales no han entendido la relación de retroalimentación entre Estado y sociedad, entre Estado y mercado. Ser enemigo del Estado, para Scruton, es ser enemigo de la sociedad, un utopismo simple y superficial. Otra crítica oportuna de Scruton al liberalismo consistió en el cartesianismo de la epistemología liberal, que llevó a construir un Homo economicus como modelo reduccionista y una visión falsa del ser humano. No así en Hume y Smith ni en la moderna antropología liberal. Por no hablar de su advertencia de que, aunque la libertad sea el bien supremo políticamente, eso no significa que los hombres la valoren especialmente respecto a otros, como la seguridad o la comunidad. Advertencia que los liberales suelen ignorar en sus torres de marfil.

Como bien explica Scruton, son la autoridad, la cohesión y el despotismo los que explican la formación de grupos, la pasión por las banderas y la supremacía del ‘nosotros’ sobre la Justicia. Otra advertencia oportuna de Scruton es sobre la transferencia de pensamientos y vínculos religiosos a la práctica secular. Y es que hay quien ha sustituido a Dios por el Estado. Sobre todo en la izquierda. Pero también entre los liberales que santifican el laissez faire.

En el epitafio de Scruton podría escribirse perfectamente la sentencia de otro gran pensador conservador, T. S. Eliot:

Tenemos que ser modernos para defender el pasado y creativos para defender la tradición.

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