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Agapito Maestre

Fin del Estado de Alarma. Recuento

Catorce meses de infamia hemos pasado y aún seguiremos quebrados con las decisiones de los jefes de las Autonomías y la espantá del machote de La Moncloa

Catorce meses de infamia hemos pasado y aún seguiremos quebrados con las decisiones de los jefes de las Autonomías y la espantá del machote de La Moncloa
Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno de España | EFE

El recuento es que no hay recuento. Todo es un engaño. Nadie hoy quiere hablar de asuntos tristes. Son siempre enojosos. Pero no hay más remedio. El gran botellón que es hoy España contra los aventureros de La Moncloa quizá no tenga final feliz. Pero… Hay que seguir. Fin de un Estado de Alarma ilegal, ilegítimo y amenazador. Y la pandemia del Covid-19 sigue, después de haber dejado en evidencia a la casta política y buena parte de los científicos del mundo entero. Salimos del Estado de Alarma mucho peores de lo que entramos. Los criterios de racionalidad para entender el origen y la solución de la enfermedad son inexistentes. Faramalla.

Muchos se dan al alborozo y otros al humor sombrío, mientras la mayoría de la población cree que ha sido bueno el encierro y espectacular la vacuna. He ahí la primera y trágica consecuencia del "gran reseteo" programado por la gentuza de Davos, junto a los comunistas chinos, y la propaganda de los bodoques de la Agenda 2030: estire el brazo, o descubra el hombro izquierdo, un pinchazo y todo resuelto. Las predicciones de los magos fueron siniestras y ahora buscamos en la industria farmacéutica la salvación. Mentira.

El miedo, la desconfianza y el paganismo -la creencia en millones de diosecillos- nos hace visitar a los Grandes Nigromantes para que nos anuncien todo tipo de dificultades, trastornos políticos e intrigas mil contra los hombres libres. Todos quieren infundirnos miedo. Catorce meses de infamia hemos pasado y aún seguiremos quebrados con las decisiones de los jefes de las Autonomías y la espantá del machote de La Moncloa. Y los ropones del Supremo quejándose, porque la labor de los jueces es otra que la encomendada por la coalición gubernamental. Más mentiras sobre mentiras.

Después de habernos soliviantado lo mejor posible, los adivinadores nos ofrecen sus servicios. Unos cuantos sacrificios mágicos y todo resuelto. La hechicería hace su agosto y todos los españoles intentamos un arreglo amistoso con nuestro destino. Inercias y más inercias. Y el gobierno de Sánchez a lo suyo, o sea, a pasar del personal. Nunca tiene tiempo para escuchar, por eso precisamente tampoco tiene tiempo para gobernar. La ingobernabilidad del país es un hecho. Sopla por toda España un viento extrañamente frío, aunque todos tratamos de resguárdanos entre la calidez de los resultados electorales de Madrid. Nuestra Niña es la salvación.

El experimento biológico y político del Covid-19 aún no ha llegado a su fin. Esto durará todavía. Mas una cosa es clara: los aventureros de La Moncloa nos encerraron, durante catorce meses, siguiendo las prescripciones de los grandes magnates de Davos y los comunistas chinos y, de paso, convertir un sistema débilmente democrático en un régimen comunista. No lo han conseguido, pero persistirán en su intento… A nosotros nos queda decir nuestra verdad: el coronavirus 19 es malo, pero su manipulación política ha sido perversa. Las cifras oficiales en España son las siguientes: el número de contagios diagnosticados no pasa de los tres millones quinientos mil, entre toda la población española, los números de fallecidos no pasan de ochenta mil, el 95% pertenece al grupo de población de mayores de 65 años. ¿Cree usted que esas cifras justifican las mitologías creadas durante estos catorces meses? ¿Por qué extrañarse que catorce meses de persecución hayan terminado con una explosión de alegría en las calles?

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