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Santiago Navajas

Patriotismo ad hoc

Para ser patriota hay que estar secretamente orgulloso de nuestra herencia e íntimamente triste por las derrotas. Aprendiendo de lo bueno y lo malo.

Para ser patriota hay que estar secretamente orgulloso de nuestra herencia e íntimamente triste por las derrotas. Aprendiendo de lo bueno y lo malo.
Detalle del retrato de Juan de Pareja pintado por Velázquez. | Metropolitan Museum of Art

Las gentes de izquierdas en España quisieran ser patriotas, pero realmente no pueden. Es como pedirle al escorpión que picó a la rana a la que ayudaba a cruzar un estanque que sea un buen chico. Pero mientras que en el caso del escorpión está en su naturaleza hacer daño, en el caso de los izquierdistas está en su cultura detestar a España. Si fuesen ingleses, beberían té a las cinco; si franceses, cantarían la Marsellesa al desayunar cruasanes. Incluso serían patriotas de ser alemanes recordando que Hitler era austriaco. Pero han nacido en España y no tragan al toro de Osborne, la tortilla de patatas si no es deconstruida, y la bandera rojigualda ya la pintase Jasper Johns. Son como el vizconde Valmont en Las amistades peligrosas, que quería amar a Madame de Tourvel pero su fama de cínico conquistador no le permitía ese lujo. En la magnífica secuencia de la película de Stephen Frears, John Malkovich maltrata a su amada Michelle Pfeiffer, mientras esta le suplica que no la abandone y el aristócrata repite como en trance: "It’s beyond my control".

Ídem para nuestros izquierdistas: está más allá de su control ponerse de los nervios cuando oyen hablar del Cid (por militarista), los Reyes Católicos (por cristianos), la Conquista de América (por colonialista), la batalla de Lepanto (por imperialista), la Constitución de Cádiz (por liberal)... Salvo la Segunda República (en sus aspectos más siniestros, de la quema de conventos a la expulsión de los jesuitas pasando por la censura de prensa y los golpes de estado en Asturias y Cataluña), España les parece irremediablemente cutre, indiscutiblemente fracasada, y con aroma a morcilla, zarzuela y corrida de toros. Con decir que le tienen más cariño a la espada de Simón Bolívar que a la Tizona. Y en más consideración a Almudena Grandes y Rosa Montero que a Camilo José Cela y Mario Vargas Llosa que, por mucho que sean Premios Nobel, no son de los suyos.

Sin embargo, lo intentan. Pero como no pueden amar a España, se inventan un patriotismo ad hoc. Como comenta Daniel Rodríguez Herrera, Guillermo Fesser hace equivaler ser patriota con pagar impuestos. Aunque Fesser es cómico, lo dice en serio. Se supone que el humorista pagará a Hacienda muchísimo más de lo que le corresponde por ley, pero si el patriotismo no es el fuerte de los izquierdistas tampoco lo es la lógica, mucho menos la ejemplaridad. En cualquier caso, parece que la izquierda española empieza a asumir que el patriotismo sí es una virtud, no una alienación burguesa. Lo próximo sería hacerles ver que no confundan el patriotismo con su agenda política de expolio fiscal. Que una cosa es alimentar a España y otra muy diferente cebar al Leviatán.

Otra "resignificación" del patriotismo para la izquierda consiste en un localismo primario que le hace comprar únicamente en la tienda de proximidad o sustituir la bandera nacional por la de su región, ciudad o barrio. Están también los que pretenden ser patriotas porque adoran al Estado o se declaran habermasianos "patriotas constitucionales", sustituyendo la concreción de la historia por instituciones abstractas. En general, se hacen la ilusión de que son cosmopolitas, gente viajada y con idiomas, aunque viajar sólo les sirve para engordar Instagram y los idiomas para repetir tonterías en diversas lenguas. Ser patriota les parece de paletos, pero han creado la agencia turística Cazurros sin Fronteras pero con iPhone.

Cabe ser un magnífico patriota siendo favorable a una bajada sistemática de impuestos, comprando todo en Amazon y pensando que el Estado es en muchas ocasiones más bien el problema que la solución. ¿Qué es, entonces, ser patriota? Para que el concepto tenga significado hay que leer a los antiguos poetas y pensadores que elaboraron la versión culta del idioma, estudiar las luchas de siglos de guerreros y soldados que fueron cimentando y construyendo la nación, analizar los componentes espirituales que edificaron los santos y los filósofos, apreciar la gastronomía que comieron, la ropa que vistieron y la arquitectura que habitaron nuestros antepasados. Reconocerse en el retrato ecuestre del soberbio Carlos V pintado por Tiziano y en el no menos orgulloso gesto que muestra el esclavo de Velázquez, Juan Pareja, en el retrato que le hizo en Roma el pintor sevillano. En suma, estar secretamente orgulloso de nuestra herencia, e íntimamente triste por los momentos de derrota. Aprendiendo de todo lo bueno, sin parangón en otra cultura, y de todo lo malo, sin caer en el negacionismo de las infamias, pero todavía menos en la leyenda negra de los nihilistas de la patria. Solo siendo leales y reconocidos al pasado romano, visigodo y árabe podremos mirar con determinación y esperanza al futuro hispanoamericano y europeo.

Por supuesto, caben patriotas conservadores, patriotas liberales y también, aunque les cueste, patriotas socialistas. Españoles de Cádiz a la Coruña, de Gerona a Tenerife. También hispanos en América, África y Oceanía. Porque la patria es precisamente aquello que nos une a todos por encima de las diferencias ideológicas, localistas y sectarias. Basta con declararse nietos de Cervantes e hijos de Borges.

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