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La muerte en vida de Sorolla

Un accidente cerebrovascular le privó de su pasión durante tres años, por más que trató de recuperarse en San Sebastián o Valencia.

Un accidente cerebrovascular le privó de su pasión durante tres años, por más que trató de recuperarse en San Sebastián o Valencia.

El 17 de junio de 1920, Joaquín Sorolla se encontraba en el jardín de su casa – hoy día sede del Museo Sorolla – dando las últimas pinceladas, bajo la luz natural, a Retrato de Mabel Rick, Señora de López de Ayala. Decidió cambiar de materiales y entró en su taller. Mientras subía las escaleras, se desvaneció y personal de la vivienda corrió a socorrerlo. Parecía que había sido un simple tropiezo y no se le dio más importancia. De vuelta al jardín, cogió de nuevo el pincel y descubrió que su vida había cambiado para siempre. No era capaz de pintar. Había sufrido un accidente cardiovascular. "Fue su muerte en vida", nos explica Blanca de la Válgoma, conservadora del Museo Sorolla.

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'Retrato de Mabel Rick, Señora de López de Ayala' | Museo Sorolla

Viajó a San Sebastián, para probar "si el frío del norte le hacía bien", y a Valencia, por si "el mar que tanto le había inspirado" lograba el milagro. "Mejoró un poco, pudo andar por su propio pie con ayuda de un bastón, pero no podía pintar", recuerda Válgoma. Muchos intelectuales, amigos del artista, estaban consternados con su situación, como puede comprobarse en las cartas que recibía. La gran Emilia Pardo Bazán, a la que retrató, le deseaba periódicamente mejoría. Su familia se volcó en atenciones, como vemos en las fotografías de la boda de su hija menor Elena.

Sorolla murió tres años después, en agosto de 1923, en la localidad madrileña de Cercedilla. Se organizó un tren para que todos aquellos que quisieran mostrarle su respeto al pintor pudiera hacerlo. La sociedad estaba conmocionada. "La muerte del pintor ocupó las portadas de todos los periódicos nacionales durante días", confirma la conservadora del Museo. En su lecho de muerte, se tomaron fotografías que se convertirían en imágenes icónicas.

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Lecho mortuorio de Sorolla, 11 de agosto de 1923. Fotografía de Alfonso Sánchez Portela.

Los cortejos fúnebres en Madrid y Valencia fueron multitudinarios, con la presencia de las máximas autoridades políticas y militares de la época y cientos de ciudadanos anónimos. Había muerto el pintor de la luz, aclamado en Europa y Estados Unidos. Sorolla fue enterrado en Valencia con honores de capitán general con mando en plaza.

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Paso del cortejo fúnebre de Sorolla por las calles de Valencia, 13 de agosto de 1923. Fotografía de Campúa

El Museo Sorolla ha organizado una pequeña exposición documental dedicada a los últimos años del artista, bajo el nombre de ¡Sorolla ha muerto! ¡Viva Sorolla! Se exhibe aquel cuadro que quedó inacabado, junto la máscara mortuoria realizada por su gran amigo Mariano Benlliure en el lecho de muerte del pintor, que se muestra al público por primera vez. Se completa con fotografías de la época, recortes de prensa y cartas personales.

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