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Juan Manuel González

Crítica: 'Juego de Ladrones', con Gerard Butler

Juego de ladrones no inventa nada, pero encantará a los fans del cine de atracos.

El género de la heist-movie, o película de robos, debe ser uno de los más claramente codificados de la historia. Juego de ladrones lo sigue a pies juntillas, con ese sabor a las películas de David Ayer (Sin tregua, Sabotage, el guión de Training Day...) y, sobre todo, las de ese Michael Mann cuando el veterano (y magistral) director de Heat todavía significaba algo en Hollywood. El filme cuenta, a lo largo de unos nada despreciables 140 minutos, la caza y captura de una banda de ladrones de élite dispuestos a robar la Reserva Federal... por otro escuadrón de policías de élite igual de machos que aquellos.

Dos horas y veinte es suficiente tiempo para que el guionista debutante en la dirección, Christian Gudegast, tome un par de desvíos para contarnos la dura vida familiar de alguno de los protagonistas, retrate con cierto mimo el puro y duro aspecto procedimental y deje que su cámara sin trípode siga el cogote de un Gerard Butler (al fin y al cabo también productor) entregando su habitual savoir-faire a la hora de retratar superguerreros de boca caliente.

Y ocurre que la película, pese a típica, no aburre sino todo lo contrario. El asunto no se embarra nunca y, de hecho, se precipita hasta un giro-bofetada final más propio de una película juguetona que de una aguerrida, y que desde luego merma la verosimilitud del filme. Pero no pasa nada: en ese momento el conocimiento del medio de Gudegast ha quedado sobradamente demostrado con un par de tiroteos veristas pero de alto voltaje y un soberbio montaje que empuja la historia hacia delante como uno de esos 4x4 del sheriff del filme.

En Juego de ladrones no existe la complejidad humana o la poesía visual urbana de Heat, el gran referente de Gudegast, pero todo late en base a la hosquedad de sus mazados protagonistas y el buen ritmo del guión y el montaje, capaz de apisonar cierto desequilibrio entre la épica de su planteamiento y la modestia de sus conclusiones. Pura acción entendida como ejecución de un plan, Juego de ladrones presenta a un alumno aventajado de Ayer y Mann en un divertimento a caballo entre la serie B y ese thriller de tipos duros de antaño que ya no es, que además se permite el lujo de tener tensión en un par de memorables secuencias de sus últimos tres cuartos de hora (el secuestro del banco y, sin duda, el tiroteo en el atasco).

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