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Rosa Belmonte

Tú sólo sabes ser guapa

'Una mujer cualquiera', de Rafael Gil, es un dramón con María Félix que acaba como otra película distinta.

'Una mujer cualquiera', de Rafael Gil, es un dramón con María Félix que acaba como otra película distinta.
María Félix en Una mujer cualquiera. | Archivo

Decía Fernando Fernán Gómez que a los españoles no se nos da bien el cine. Vale, se nos dará peor que a John Ford pero tan bien como a los italianos. Y el propio Fernán Gómez se refuta a sí mismo. Véase (véase en Flix Olé) La vida sigue (1963), dirigida e interpretada por él y basada en la novela de Juan Antonio Zunzunegui. Una película extraordinaria que viene después de La vida por delante (1958) y La vida alrededor (1959). Una película que se repuso en 2015 en salas y que habían visto cuatro gatos enterados. Ni siquiera se pudo estrenar normalmente, se hizo dos años después de su rodaje y en Bilbao.

Ambientada en el madrileño barrio de Maravillas y en los años 60, es un retrato tremebundo de la violencia y la pobreza regular en España. No la de chabolas, la de pisos, la de la normalidad en las estrecheces. La España de la inexistencia de ascensor social si no es puteando. Dos hermanas que se odian (Lina Canalejas y Gemma Cuervo), la primera casada con Faustino (Fernán Gómez), un tiparraco bueno para nada, una especie de Frank Gallagher español. La otra medra como puede. Con armas de mujer. Un reparto fabuloso con habituales como Agustín González o María Luisa Ponte donde también se puede descubrir a una jovencita Marisa Paredes. En el último libro de Garci, Películas malas e infravaloradas (Notorious) hay una lista de películas con los mejores finales. Ahí está La heredera (1949). Claro, la cara de actriz prodigiosa de Olivia de Havilland cuando se venga de Montgomery Clift. O Con faldas y a lo loco (1959) con su “Nadie es perfecto”. O El planeta de los simios (1968), que quizá sea el mejor final de todos. El final de La vida sigue estaría en mi lista. Aunque sea horrible. Una tragedia que une a las hermanas que se odian. Cómo no le va a salir bien el cine a Fernán Gómez.

Y muchos años antes a Rafael Gil. Véase (véase también en Flix Olé) Una mujer cualquiera (1949). Basada en la obra de teatro de Miguel Mihura y escrita por Gil y Mihura, la película es otro dramón desde el principio, cuando el hijo de María Félix y Tomás Blanco muere y ella decide separarse e irse de casa para valerse por sí misma. “¿Y qué vas a hacer?” “Trabajar”. “Tú no sabes trabajar, tú sólo sabes ser guapa”, dice un desagradable Tomás Blanco a María Félix. Es verdad que su belleza le impide encontrar trabajo. Y ante la indigencia, pues también tiene que putear como Gemma Cuervo años después. Pero Nieves (Félix) se mete (la meten) en líos gordos. Y es otra película que acaba por todo lo alto. Otro reparto donde disfrutar no sólo de María Félix mariafelixando (qué mujer) sino también de Antonio Vilar, Manolo Morán, Julia Caba Alba, Ángel de Andrés, Julia Lajos…

Hablando de Julia Lajos y de esa pareja cómica que formó con Conchita Montes, también Edgar Neville hacía buen cine. Y como no todo son dramones en el cine español, ahí está La vida en un hilo (1945), esa modernidad en lo más crudo del franquismo que nada tiene que envidiar a una de Lubitsch. Sí, también está en Flix Olé. Cerezo no me paga, le pago yo. Pero demasiado poco por tanta felicidad. Demasiado poco para poder quitar la razón a Fernando Fernán Gómez.

        

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