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Agapito Maestre

España existe: Pidal, Marías, Bueno

La vuelta a los grandes autores puede ayudarnos a conocer nuestra historia y enfrentar a la gran mentira nacionalista y de la izquierda antinacional.

La vuelta a los grandes autores puede ayudarnos  a conocer nuestra historia y enfrentar a la gran mentira nacionalista y de la izquierda antinacional.
Banderas de España durante el desfile de la Hispanidad. | C.Jordá

Que España no existe nada más que como una "superestructura" represora de una diversidad de pueblos anteriores a los romanos, supuesta tesis "científica" de Bosch-Gimpera, es difícil de asimilar para cualquier ciudadano en sus cabales. Pero es seguida con fruición morbosa por el nacionalismo catalán, vasco y gallego, y respaldada, según su conveniencia ideológica y electoral, por los partidos de izquierda. Además, es legitimada con bobalicones signos de superioridad por ciento de profesores que abrevan en las Facultades de Historia de las Universidades españolas. Son, sí, estos supuestos centros de transmisión del saber histórico las principales agencias para divulgar una construcción ideológica, una falsedad, que en el mejor de los casos parten de una hipótesis imaginaria, la "existencia" de una serie de pueblos "indígenas" muy desarrollados antes de la "España" prerromana, algo así como una plural diversidad de culturas y pueblos, que ha sido reprimida desde entonces hasta hoy. Hasta rubor causa para cualquiera con un poco de dignidad intelectual dotar a este "engaño" de cierta plausibilidad argumentativa, pero, por desgracia, los grandes historiadores de España, e incluso avezados filósofos de la historia de España, han tenido que prestar atención a esa aventurada construcción ideológica, sencillamente, porque se pone en duda el ser de España: su unidad.

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Bosch-Gimpera | Wikipedia

Enfrentarse a ese juego imaginario es algo más que un deber intelectual, es una obligación del buen ciudadano, porque la falacia de Bosch-Gimpera, construida casi como una historia virtual, implica la destrucción de la nación española. En efecto, si España deja de ser lo que es, o sea si deja de ser una realidad histórica, una unidad nacional, abrimos el camino a su desaparición. Por eso, después de la Guerra Civil, los tres primeros grandes autores que pensaron la identidad de España, como en la generación anterior lo habían hecho Unamuno, Ortega y Maeztu, partían en sus reflexiones de la existencia real de España, más aún de la existencia de una conciencia nacional como una conciencia colectiva, la conciencia de la Nación española. Mientras que Menéndez Pidal, Américo Castro y Sánchez Albornoz, estos dos últimos desde el exilio, hacían historia de un sujeto real, España, sus moradores se llaman españoles, Bosch-Gimpera y Carretero trataban de historiar a un "sujeto" vago, ambiguo, casi inexistente, las Españas, cuyos moradores no se llamaban españoles sino vascos, castellanos, catalanes, andaluces… Aunque tratemos de juzgar con la mejor intención las pretensiones de Bosch-Gimpera y Carretero, o sea, aunque comprendamos sus ansias federalistas y sus condenas del unitarismo de ciertas épocas de la historia de España, el tratar de "historiar" la "vida intrahistorica", en terminología de Unamuno, implicaba la negación de la unidad nacional.

Ése era, en efecto, el mensaje final de la conferencia España, de Bosch-Gimpera en plena Guerra Civil. Esa negación nos hace sentir hoy tanta vergüenza ajena como la que tuvo que sentir, en el pasado, el Presidente de la República, Manuel Azaña, que asistió a la conferencia del prehistoriador catalán. El hombre que dos meses antes y en la misma ciudad que habló Bosch-Gimpera, en Valencia durante el mes julio del 37, defendía la expresión nacional de España, o mejor, exaltaba la idea de "España como unidad", tuvo que pasarlo mal, muy mal, cuando escuchaba las palabras que salían de la boca del catalanista rector de la Universidad central de Barcelona:

La verdadera España se halla todavía en formación y lejos de haberse constituido definitivamente. En la Historia y en los tiempos presentes hay culturas españolas, 'la cultura española' está por venir y será la resultante de aquéllas. (Bosch-Gimpera, P. : España, 347).

España no existe, insisto, para el catalanista. Tuvo que ser un calvario para Azaña oír en directo el latiguillo: España es solo una "superestructura". Terrible tuvo que ser todo ese discurso para el intelectual liberal, el Presidente de la Segunda República, que defendía, como un liberal más a su patria:

España en todo su ser, en lo físico y en lo moral; en sus tierras, fértiles o áridas; en sus paisajes, emocionantes o no (…). Todo eso junto, unido por la misma ilustre historia; todo eso junto constituye un ser moral vivo que se llama España, y que es lo que existe y por lo que se lucha (…). Exalto de esta manera la idea nacional, porque sólo su substancia sensible de histórica y su latido emocional humano es lo que da contenido a todo lo que está pasando en nuestro país. (Azaña, M: Discurso en la Universidad de Valencia, 18 de julio de 1937).

Azaña hablaba a todo el "Pueblo español", aunque estuviera en guerra civil, mientras que el catalanista se refería a los "pueblos, culturas o naciones" diversas y múltiples.

La pervertida universidad española

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Menéndez Pidal | Wikipedia

La ideología de Bosch-Gimpera, España como "superestructura", que tiene preso a los malos historiadores de la pervertida universidad española, atacaba directamente la concepción liberal de España defendida por Ortega y Menéndez Pidal, convertidos por el Consejero de Justicia de la Generalidad en los principales protagonistas de su crítica. Desconozco si hubo respuesta de Ortega, pero seguramente no exista por escrito, porque ni siquiera consideró que contuviesen alguna objeción de peso a su España invertebrada. Pero Menéndez Pidal, cuando regreso a España después de la Guerra Civil, respondió con contundencia intelectual a las críticas de Bosch-Gimpera. Se trata de uno de los libros mayores de la obra de Menéndez Pidal. Es uno de los grandes legados del humanista a sus compatriotas. Trasciende la circunstancia para la que fue escrito. Los españoles en la historia es un texto intemporal, casi eterno, pero es nuestro deber intelectual tratarlo, como nos enseñó el maestro de Menéndez Pidal, don Marcelino Menéndez Pelayo, "conforme a las necesidades del tiempo", de nuestro tiempo. Esta obra es todavía, sin duda alguna, una de las piezas clave para defender la unidad de España, la nación española, que es el mayor imperativo moral y político que nos demanda hoy la Constitución del 78.

Si la España actual se rompe, definitivamente, en tres o cuatro naciones, entonces despidámonos de las libertades y de la igualdad de todos ante la ley, en fin, preparémonos para decirle adiós a la democracia. En eso estamos. En eso nos están preparando. En eso consumen su mayor tiempo la izquierda y los nacionalistas, mientras la derecha mira para otro lado. El anuncio de un gobierno entre socialistas, comunistas y separatistas, que defienden abierta o veladamente un Estado como un conglomerado de "naciones" y pueblos diversos no es una sospecha de este cronista, ¡qué más quisiera yo!, sino una amenaza real de la desaparición de la unidad de España. De ahí la urgencia, la necesidad, de volver a los grandes intérpretes de la idea de España como nación, entre los que ocupan un lugar destacado los citados más arriba. Puesta en cuestión de modo definitivo la idea de conciencia de clase, como eje vertebrador de la sociedad, es menester volver a la defensa de la conciencia nacional. Vuelta a la historia de España. Vuelta a conectar el pasado con el presente y el futuro. Vuelta a la filosofía sobre España. Sí, la vuelta a los grandes autores puede ayudarnos no sólo a conocer de verdad nuestra historia, base clave para saber por qué nos llamamos españoles y nos sentimos más cercanos a un cubano que a un italiano, sino también para enfrentar la gran mentira nacionalista y de la izquierda antinacional.

"Los españoles"

"Los españoles", sí, la existencia de un "ser" colectivo a lo largo de los tiempos, dicho en palabra de Diego Catalán, es el hecho indiscutible que asume Menéndez Pidal para escribir su particular biografía, la Historia de España. El "Pueblo español" como unidad, los españoles, es clave para entender la crítica de don Ramón a la diversidad constitutiva postulada por Bosch-Gimpera. Es imposible aceptar esa apelación permanente de los federalistas a un fondo indígena supuestamente diverso reprimido y despreciado "por la Historia, porque la historia hasta hoy oficial y ortodoxa, la castellanista, es la historia del Estado, y el Estado no es mae una «superestructura» artificial, impuesta a la España auténtica, a la España constituida por los pueblos primitivos. La superestructura que a estos pueblos impusieron los romanos, los godos, el califato cordobés, la monarquía austriaca y la borbónica, es forma postiza que, aunque a veces fuese benéfica, siempre daña por interrumpir o desviar el florecimiento de lo primitivo y natural, constitutivo de la verdadera España ese fondo indígena y verdadero quiere dar vida el federalismo, pensando que el unitarismo atiende sólo la superestructura" (Menéndez Pidal, R.: Los españoles en la historia. Espasa-Calpe, Madrid, 1982, págs. 177 y 178).

La invocación atávica del federalismo a ese fondo primitivo parece olvidar por completo, y ésta es la gran objeción de Menéndez Pidal a Bosch-Gimpera, la acción del tiempo, de la historia. Quedarse petrificado en la "prehistoria" de España es tan irreal y fantasmagórico como pretender hacernos creer que existe ya en la época romana algo parecido a la nacioitaria espan Absurdo.

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Resulta imposible derivar una tesis científica sobre la nación española de ese "fondo indígena" diverso y plural. Todo es falso. Sin embargo, la fantasmagórica "tesis" de Bosch-Gimpera sigue siendo, aún después de las cien críticas a que ha sido sometida, el principal objeto de preocupación de los defensores de la unidad de España. Aquí les dejo dos ejemplos recientes, uno de 1985, y otro de 1999. Corresponden a dos grandes libros sobre España. El primero es de Julián Marías, España inteligible. Razón histórica de las Españas. El segundo es de Gustavo Bueno, España frente a Europa.

Aunque Marías no cita directamente a Bosch-Gimpera, señala al comienzo de su libro que sin partir de la existencia de España, de la unidad de España, apenas tiene sentido seguir la discusión sobre la identidad de España. De ahí que en los primeros compases de la obra se refiera a Bosch-Gimpera a través de la crítica que éste recibió de Menéndez Pidal, quien:

"señaló con gran penetración y acierto que son erróneas las interpretaciones de los que creen que todas las unidades ligadas a las diversas formas de Estado son 'superestructuras' artificiales, impuestas a la realidad auténtica de los pueblos primitivos; pero observó que si se llama a eso 'superestructura', hay que considerar como ´infraestructura` el fondo indígena, es decir, algo inferior a la 'superestructura', la cual, aunque originariamente pudiera ser artificial o impuesta, 'el transcurso de los siglos la convirtió en esencial, auténtico y nativo'. El ejemplo más claro es el latín, que llega a ser pronto la única posibilidad lingüística de la cual habrá de partir todo pensar y vivir de los españoles.

La estructura de la 'España' prerromana es casi desconocida, y lejos de ser la realidad auténtica es una hipótesis o una aventurada construcción intelectual, en su máxima parte imaginaria. La afirmación de esa infraestructura como 'la forma esencia del pueblo español, cohibida por la superestructura', haría de la historia española un error permanente de dos mil años, una gigantesca equivocación, tan inverosímil como ininteligible. La supuesta infraestructura solo puede estudiarse como ingrediente de la realidad superior, históricamente existente". (Marías, J.: España inteligible. Alianza, 1985, págs. 58 y 59).

Detrás de la afirmación o defensa de la diversidad de los pueblos de España, extraña "teoría" de Bosch-Gimpera y los "nacionalistas fraccionarios" o secesionistas, sólo hay un afán de negar la idea de "Pueblo español tomado como unidad". Exactamente ahí halla Gustavo Bueno su principal anclaje para combatir el "esquema de la discontinuidad heterogénea según la cual la unidad de España debería ser asimilada al tipo de unidad propia de un conglomerado constituido por múltiples y diversos pueblos, culturas o naciones, extraños entre sí, pero que han convivido durante siglos y siglos en un mismo recinto peninsular, y a los que se les ha impuesto una 'superestructura' común, pero superficial, que les es ajena. Una superestructura que habrá que reducir, si llega el caso, en el terreno político, a la mera forma de una confederación en la cual la unidad global sólo pueda concebirse como una función de las voluntades soberanas de cada parte". (Bueno, G.: España frente a Europa. E. Alba, Barcelona, 1999, págs. 439 y 440).

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Gustavo Bueno

A pesar del acierto crítico de Menéndez Pidal, Julián Marías y Gustavo Bueno contra ese proyecto tan problemático como inviable de una España federal, capaz de acabar con la España represora de las esencias indígenas, se sigue citando a Bosch- Gimpera, quien siguió divulgando sus afirmaciones ideológicas en el exilio mexicano a través de una revista cultural, literaria y política, Las Españas. Esta publicación, seguramente, una de las más plurales de las publicadas por los españoles del exilio, fue el alojamiento de las tesis federalistas que hoy defienden separatistas y socialistas. Anselmo Carretero, militante socialista, acompañó a Bosch-Gimpera en esa tarea de desmontaje o deconstrucción de la idea de nación española. Ya habrá ocasión de detenerse en los postulados políticos e históricos de esta revista, pero de momento merece la pena recordar lo que dijo de ella uno de sus principales protagonistas, Anselmo Carretero:

Tan importante, seria y vital fue la contribución de Las Españas al estudio de la condición histórica, varia y plural de la nación española que los conceptos de comunidad de pueblos o nación de nacionalidades en ella presentados figuran hoy en el texto de la vigente Constitución de 1978". (Carretero, A.: "Notas sobre Las Españas", 1996, en Valender, J. y Rojo Leyva, G: Las Españas. Historia de una revista del exilio (1946-1963). El Colegio de México, 1999, pág. 304).

Sin embargo, Carretero, el defensor de España como una nación de naciones, no tiene una definición de nación. Aunque no es ésta la contradicción menor de Carretero, dejémosla por escrito: "A mi juicio, la nación no se puede definir por ningún elemento objetivo, esa es mi opinión. Ni la lengua, ni el territorio ni nada material define la nación". (Carretero, A.: "Entrevista con Anselmo Carretero", en Las Españas. Historia de un revista del exilio, op. cit., pág. 318). Quizá la ambigüedad que le atribuye Rodríguez Zapatero al concepto de nación tenga en Carretero su principal fuente. El expresidente del Gobierno, sin embargo, no creo que suscribiera la honrada declaración de Carretero: "El primer objetivo de la revista Las Españas era ayudar a librar a España del franquismo, pero no para reinstaurar la República de 1931, sino para establecer un nuevo régimen democrático más acorde con la naturaleza de la nación española. Ésta no vuelta al pasado fue característica fundamental del grupo"(Ibid. pág. 303).

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