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Santiago Navajas

¿Qué pasa en Cataluña?

La estrategia del "apaciguamiento" hacia los catalanistas no fue un invento de Zapatero, sino que al menos desde Azaña ha sido una constante en ciertos políticos.

La estrategia del "apaciguamiento" hacia los catalanistas no fue un invento de Zapatero, sino que al menos desde Azaña ha sido una constante en ciertos políticos.

La estrategia del "apaciguamiento" hacia los catalanistas no fue un invento de Zapatero, sino que al menos desde Azaña ha sido una constante en ciertos políticos, tanto de izquierda como de derecha: acomplejados ante cualquier manifestación de fuerza y violencia, han sacrificado la libertad y los derechos fundamentales en aras de la "paz social". Veamos un ejemplo.

La editorial Almuzara está realizando una meritoria tarea publicando diversas recopilaciones de artículos del periodista Manuel Chaves Nogales, un demócrata liberal, lúcido y honesto, de los que no abundaron en la II República. En estas páginas reseñamos hace tiempo Andalucía roja y "la Blanca Paloma" así como Bajo el signo de la esvástica. No ha podido ser más oportuna ahora la publicación de ¿Qué pasa en Cataluña?, un grupo de ocho reportajes que empezaron a aparecer el 26 de febrero de 1936 bajo el mismo título.

Chaves Nogales se mezcla entre la multitud, habla con próceres catalanes y tiene un vis a vis con el mismísimo Companys recién salido de la cárcel, tras el golpe de Estado independentista que perpetó contra la República española desde la Generalitat. Pero del mismo modo que había minusvalorado la amenaza revolucionaria, como señalamos a propósito de Andalucía roja..., se niega a ver el alcance del desafío nacionalista contra España. Chaves Nogales, como gran parte de la élite política e intelectual española, muestra una especie de síndrome del seny, la versión española del síndrome de Estocolmo, por el cual se termina por justificar a los propios secuestradores. Así, el periodista andaluz se niega a creer que un pueblo con tanto seny (el español común confunde hablar bajito y pausado con sensatez y sentido común) se pueda plantear en serio la secesión de Cataluña.

Con el fondo del terrorismo de extrema izquierda, fundamentalmente del sindicalismo revolucionario y anarquista de la CNT y su brazo armado, la FAI, la clave del mensaje de Chaves Nogales a sus lectores centristas de Ahora es que en Cataluña, a pesar de las apariencias, no pasará nada de lo que se teme en el resto de España: una nueva explosión secesionista como la que amagó Macià, primero, y perpretró Companys, después. Con el resquemor de que a la tercera irá la vencida…

Para convencer a su público de que el secesionismo está domesticado, Chaves Nogales cree sinceramente dos cosas. En primer lugar, que con la instauración de la República los nacionalistas catalanes recularán desde el independentismo hacia el autonomismo, aunque reconoce que en los más poderosos electoralmente, los secesionistas de Companys en Esquerra, tienen como vocación y como temperamento la independencia. En segundo lugar, que el fiasco de octubre del 34 les servirá como recordatorio de que la demagogia que lleva a la rebeldía tiene como consecuencias el fracaso y la cárcel. Sin embargo, fue justo lo contrario y octubre del 34 ejerció en el 36 de modelo revolucionario.

Es divertido, por patético, cómo el eterno retorno del chantaje catalanista a los españoles se perpetúa como uno de los arquetipos que configuran el ser español desde el siglo XVII. Del mismo modo que se convirtió en tradición sueca no darle el Nobel a Jorge Luis Borges, han venido a ser las amenazas de independencia por parte de Cataluña una de las señas identitarias de lo español más arraigadas. Habría que declarar al independentismo catalán bien de interés cultural español. Ni lo adivinaba Chaves Nogales, pero incluso en su inconsciencia mostraba brillantemente la estrategia catalanista del mosso bueno y el mosso malo. Si nosotros tenemos como mosso bueno a Duran i Lleida, Chaves Nogales se encontró con Nicolau D’Olwer, que en pleno febrero de 1936, con el terrorismo anarquista a toda marcha y los separatistas en la Generalitat, proclamaba, ante la cuestión de si había algún problema para Cataluña: "Ninguno". Como mosso malo, en lugar del ínclito Artur Mas, Chaves entrevistó al mismísimo Companys, ya digo que recién salido de la cárcel: "Empieza a ser otro hombre sustancialmente distinto del que fue", dice Chaves, en lo que es una constante de sus artículos catalanes: tranquilizar a la opinión pública española mostrando que los catalanes en general son angelicales, los anarquistas están controlados y los separatistas son sólo unos pocos "perturbados" a los que nadie hace caso.

El inocentón optimismo antropológico de Chaves Nogales, su dicharachera esperanza en la buena voluntad de la mayor parte de los catalanes, como antes le pasó con los andaluces, le llevaron a falsear la realidad, a no querer ver el desastre que se avecinaba más pronto que tarde, a oír a todos pero no escuchar a nadie y a no entender el carácter sinuoso, tortuoso y manipulador de los separatistas, que le hicieron comerse de una tacada su plato más característico: el sapo del seny.

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