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Rosa Belmonte

Unamuno, Valle y lo que es de dominio público

Unamuno y Valle debían de ser dos de los tíos más tontacos y fatuos de España. Como Aznar pero en literatos. Los antipáticos son encantadores de lejos.

Unamuno y Valle debían de ser dos de los tíos más tontacos y fatuos de España. Como Aznar pero en literatos. Los antipáticos son encantadores de lejos.
Miguel de Unamuno. | Archivo

Unamuno y Valle-Inclán son ahora para todos. Su obra ha pasado a ser de dominio público. Ya era de dominio público que Unamuno y Valle no se podían ver. Al menos al principio. Una vez iba Pío Baroja caminando con Unamuno por la Carrera de San Jerónimo cuando se encontraron con Valle. Era una época en la que no se reconocían mérito alguno. "Se pararon los dos: yo pensé por su aspecto que querían conocerse y hablarse, y los presenté, pero de pronto se desarrolló una hostilidad tan violenta y tan rápida entre ellos que, a una distancia de ochenta a cien metros, se insultaron, gritaron, se separaron y yo me quedé solo. Luego veinte o treinta años más tarde, se hicieron amigos y me dijeron que se veían en el Ateneo". Esto lo contó Baroja en el periódico argentino La Nación en 1940. Resulta gracioso lo de los insultos y los gritos a tenor de otra cosa que escribe Baroja: "Unamuno tenía una voz como de flauta y Valle-Inclán una voz de falsete bastante desagradable".

Unamuno y Valle debían de ser dos de los tíos más tontacos y fatuos de España. Como Aznar pero en literatos. Los antipáticos son encantadores de lejos. Me hace mucha gracia Núria Feliu acordándose de la mala leche que tenía Tete Montoliu. También Carmen Martín Gaite cuando en una conferencia sobre Elena Fortún en la Fundación March avisó de que no le llevaran ninguna Nubosidad variable porque no la pensaba firmar, que estaba allí para hablar de Elena Fortún (me imagino al pobre público sentándose encima de cualquier libro de Martín Gaite que hubiera llevado). Pero eso no es ni parecido a Unamuno en el Ateneo un día que iba a recitar sus poesías. Dijo que no tenía ganas de leer nada, que tenía sueño y que no sabía por qué le habían invitado a hacer tal cosa.

En el mismo artículo, Baroja escribió de Unamuno: "No hubiera dejado hablar por su gusto a nadie. No escuchaba. Le hubiera explicado a Kant lo que debía ser la filosofía; a Riemann o a Poincaré, lo que era la matemática; a Planck y a Einstein, el porvenir de la física; a Frobenius, la etnografía de África, y a Frazer, los problemas del folclore. No le hubiera indicado a Mozart o a Beethoven lo que tenía que ser la música porque había decidido que la música no era nada y no valía la pena de ocuparse de ella, porque a él no le gustaba". Ortega y Gasset no tenía mejor opinión: "Unamuno en mí y para mí es una herida que no quiero abrir; algo que deseo no tocar porque me revuelve impresiones casi de angustia que prefiero dejar dormidas. Nadie puede imaginar lo que he padecido con él". Tampoco es que con Valle le fuera mejor. Este se había mostrado desagradecido con Ortega y con su padre, Ortega y Munilla. Pero según Baroja, Ortega no hablaba mal de él. "A Valle-Inclán se le tenía miedo. Era evidentemente un tipo raro".

El propio Baroja cuenta que una vez Valle le dio una patada a su perro (al de Baroja en casa de Baroja). Don Pío estaba subido a una silla coja tratando de alcanzar un libro y con esa falta de equilibrio se vio incapaz de ponerlo verde. "Bajé y contuve mi desagrado, y dije que tenía que ir a trabajar. Además de la antipatía física, había entre nosotros una antipatía intelectual". Entre lo favorable (o no): "Lo único que encontraba extraordinario en este escritor era el anhelo que tenía de perfección de su obra". De Unamuno: "Realmente yo no creo que las condiciones intelectuales de don Miguel de Unamuno, aunque fueran grandes, justificaran un concepto de sí mismo como él tenía".

Como Baroja murió en 1956 todavía falta para que su obra sea de dominio público. De Baroja, Pla decía que escribía los adjetivos como suelta un burro sus pedos. Y Trapiello que en sus novelas salía tanta gente que parecían escritas en el vestíbulo de una estación o una fonda ferroviaria. Antes de morir en el 56, Hemingway se presentó en su lecho. "¿Qué coño hace este aquí?", dijo don Pío.

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