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Santiago Navajas

No pienses... mal

Hay que usar al Pinker pensador contra el Pinker modelo. No se trata de no pensar, sino de pensar mejor.

Hay que usar al Pinker pensador contra el Pinker modelo. No se trata de no pensar, sino de pensar mejor.
Steven Pinker posa para una marca de ropa. | Archivo

A eso de las nueve y cuarto de la noche me dirigía con prisa a comprar un melón y un litro de leche a Carrefour Express. Sin embargo, tras pasar a toda velocidad por un escaparate de una tienda de ropa, volví sobre mis pasos porque una imagen me había golpeado la mente. Efectivamente, no había sido una ilusión de mis sentidos y allí estaba Steven Pinker, el psicólogo evolucionista, en una fotografía gigante en escorzo en blanco y negro, con expresión seria y rizos al viento, entre maniquíes con ropa oscura y minimalista, haciendo de modelo. Lo que me dejó entre fascinado y turulato es que la nueva consigna para captar clientes es "Pensar menos".

Vivimos en la era de la posmodernidad. Gracias a filósofos franceses antiilustrados como Foucault, Derrida y Lacan, la razón está en cuestión y de lo que se trata es de sentir, padecer, emocionarse. Los pensamientos tienen mala prensa, mientras que las emociones son celebradas. Se denuncia el "logocentrismo" y se pone bajo sospecha la lógica, mientras que se anima a la subjetividad emocional, caprichosa y arbitraria. Si el lema de Kant, rey de la Ilustración, era "Atrévete a pensar", el mantra de Lyotard, jefe de la posmodernidad, podría ser "Más vale emoción en mano que razonamientos volando".

Una aldea irreductible resiste en la ciudadela de la Razón. Unos pocos todavía confían en la razón, el método científico, la posibilidad de la objetividad y la virtud de la prudencia. Son los herederos de Aristóteles, Kant, Smith y Spinoza: de Thomas Nagel a Bernard Williams, entre los filósofos puros y duros, a brillantes divulgadores como Johan Norberg y Matt Ridley. Quizás el más célebre sea Steven Pinker, el autor de La tabla rasa y, más recientemente, En defensa de la Ilustración. En su artículo "Vi-si-bi-li-zar", el profesor José Antonio de la Rubia, explica sucintamente la batalla cultural dominante entre los que defienden el pensamiento como fuente principal de conocimiento contra los que apuestan por las emociones:

Para toda la tradición clásica la esencia del ser humano estaba definida por la razón. La crítica posmoderna a esta idea ha tenido como efecto la sobrevaloración de las emociones. El ser humano es ya ante todo una entidad emocional y esas emociones subjetivas ejercerán una función absolutizadora. Soy lo que siento.

¿Qué hacía el nuevo campeón norteamericano de la racionalidad animando a pensar menos? La tienda de ropa explica su campaña.

Dicen que pensar nos hace más libres. Según Steven Pinker, uno de los pensadores más influyentes de este siglo, no siempre es así.

Nos anima a pensar menos en lo que es irrelevante. Por ejemplo, la ropa. Tengo que reconocer que me ha convencido. Así que cuando llego a casa procedo inmediatamente a vender en las páginas de segunda mano una camisa y un pantalón que tenía de dicha marca. La verdad es que me siento mucho más libre de pensar en las cosas importantes, como por qué es el ser y no más bien la nada. También, de paso, me planteo en vender dos obras de Pinker que tengo en mi biblioteca. Pero, a diferencia del psicólogo norteamericano, no creo que pensar esté de más y sería una especie de falacia ad hominem contra las buenas ideas de Pinker cargar contra sus libros por la frivolidad y/o la ingenuidad de su autor.

De hecho, hay que usar al Pinker pensador contra el Pinker modelo. No se trata de pensar menos, sino de pensar mejor. Ni de rechazar la moda, sino evaluar qué hay de bello, elegante y original en cómo nos vestimos, en lugar de dejarnos llevar por la imitación servil, el postureo narcisista y esa otra forma de propaganda que es la publicidad. Lástima que Pinker no haya calibrado mejor una campaña irracionalista y demagógica, porque podría haber usado su imagen para lanzar el mensaje adecuado desde una perspectiva ilustrada: la necesidad de un consumo responsable, alejado tanto de las consignas empobrecedoras del decrecimiento como de las campañas enajenadoras del consumismo. A la filósofa trans-queer que le acompaña en la promoción, Elizabeth Duval, por el contrario, el lema le sienta como un guante.

Después de todo, sin embargo, no me hubiese venido mal hacerle caso, pensar menos y actuar más: al final me cerró el supermercado y me quedé sin melón y sin leche. Nunca te lo perdonaré, Steven Pinker.

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