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Antonio Robles

La venganza de los mediocres

Savater, como tantos otros seres inquietos y lúcidos, ofrece más garantías a la vida comprometida que todos estos mojigatos atrapados en su adanismo.

Savater, como tantos otros seres inquietos y lúcidos, ofrece más garantías a la vida comprometida que todos estos mojigatos atrapados en su adanismo.
Fernando Savater. | EFE

Un mundo sin estrenar. Anda levantisco nuestro ínclito Fernando Savater, aturdido por tanta impostura de los nuevos fundamentalismos. A punto está de convertirse en un filósofo memorable, de esos que se ganaron el título en la hoguera pública a fuerza de provocar y decir obviedades que sus contemporáneos consideraron herejías o injurias. Un Giordano Bruno sin hoguera ni sobreactuación, pero con un universo abierto e infinito donde todos tenemos cabida. Hay que reconocer que una buena fogata da lustre al atrevimiento. Aunque barrunto que él preferiría transitar a la otra vida cuanto más tarde mejor en los cascos de un caballo noble y veloz, sin más protocolo.

No sé qué tiene más mérito en él, si las razones que da para contemplar sin aspavientos el mundo demasiado humano que nos hemos dado, o la valentía intelectual mostrada en un tiempo de religiones laicas donde contradecir la moda de turno te puede costar la cancelación a manos de una generación de mediocres. No por la cancelación, sino por la inconsistencia del enemigo. ¡Qué le van a decir a él, que ha jugado al escondite con el hacha y la serpiente!

No es intención de estas líneas chapotear en la charca donde bracea con cierto hastío. La vida es una pasión inútil donde ni siquiera la especie más inteligente de la tierra tiene una sola oportunidad de enmendar a las fuerzas insondables del universo. Aunque nos empeñemos, unos a lomos de dudas razonables, y otros con adanismo insultante, ninguno lograremos otra cosa que importunar al vecino. Y ya que esa es la fatalidad, un poco de por favor nos vendría bien a todos.

¿Son la histeria del cambio climático, el sexo fluido o el destino final de Mbappé los problemas fundamentales de nuestro tiempo, o sólo efluvios, vestigios, nieblas pasajeras de una sociedad Occidental que se aburre de lo lindo desde que no tiene la angustia del sustento diario?

Hay una ley inapelable en la naturaleza: cuando el espacio se reduce lo suficiente, las huellas de la civilización se desdibujan como las pisadas en la arena. Vivimos en una ficción humana sostenible sin percibir el pulso de la incertidumbre y la supervivencia. Los logros tecnológicos nos han acostumbrado a creer que podemos domesticar al universo y crear un paraíso a la carta. Sin contar con la naturaleza de las cosas. Ni con la naturaleza humana. La misma naturaleza humana incorregible de siempre. La que ya no se enseña en los colegios, porque los contextos históricos se han sustituido por un "deber ser" circunstancial, presencialista y ñoño. Sin tensión con la vida, arropado por el consentimiento y el hedonismo analfabeto, y la colaboración entusiasta de los medios de comunicación convertidos en agitadores de la última gansada de adolescentes iluminados por el Loctite.

Supongo que toda decadencia está incapacitada para sospechar su destino. No sé. Todo es cuestión de tiempo. Podemos influir pero no determinar el pulso de la vida en la tierra. Sería loable ser respetuosos con el resto de la vida y derrochar sensibilidad en nuestro viaje colectivo a las estrellas. ¿Quién se opone a ello? Pero las dificultades de la empresa y las mil formas de abordarla no deberían garantizar a los más histéricos un salvoconducto para amargar la vida a los demás.

Fernando Savater, como Sócrates, Cincinato, Baruch Spinoza, Friedrich Nietzsche, Rosa Luxemburg, Bertrand Russell, Antonio Machado, Carl Sagan, Steven Pinker, o tantos otros seres inquietos y lúcidos ofrecen más garantías a la vida comprometida, que todos estos mojigatos atrapados en su adanismo.

PD: Profesores de las universidades de Stanford, Chicago y Harvard, ante el acoso de los nuevas religiones laicas, ya no se toman a broma lo que es una ofensiva sin cuartel contra la libertad de pensamiento: Restoring Academic Freedom ("Restaurando la libertad académica"). Las batallas culturales deben darse, nada está ganado ni perdido de una vez. Aunque el destino final del universo sea fuego eterno, nuestro único momento de gloria, es la corta vida que nos ha tocado vivir.

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