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Llega el combate del año: Fury se mide a Ngannou

Los amantes del boxeo se frotan las manos. Llega la batalla del año o también bautizada como "Battle of the Baddest" (la batalla de los más malos).

Menudo combate se celebra este sábado en Arabia Saudí. Tyson Luke Fury, conocido como ‘El Rey Gitano’ y campeón de peso pesado de la WBA, IBF, WBO e IBO, con sus 122 kilos y sus dos metros de altura, se mide al que fue leyenda de la UFC, el camerunés Francis Ngannou, campeón de MMA en la categoría equivalente, con 117 kilos con su 1,93 m.

El Depredador, campeón de la MMA, se enfrenta al actual campeón del mundo de boxeo en los pesados y, aunque viene de las artes marciales, ha entrenado a conciencia con el mismísimo Mike Tyson -su gran ídolo-, que volverá a subirse a un ring a sus 57 años como entrenador de la bestia africana. Un combate con todos los alicientes y que ha levantado una enorme expectación.

The Gypsy King

Fury, que ha concedido una entrevista al Daily Mail antes del combate, ha sacado todo su arte cuando le han preguntado por su cuerpo -son famosas sus lorzas: "Es bueno tener un buen cuerpo. Me encantaría tener un buen cuerpo, pero no creo que lo pueda tener. He estado entrenando durante 20 años y sigo sin tener un gran cuerpo. He estado de concentración, viviendo como un monje, durante las últimas 12 semanas y aún no tengo un gran cuerpo. No me importa estar gordo. Acepto estar gordo porque mis michelines me hacen ser distinto al resto y hacer historia. Nunca ha habido alguien como yo y nunca lo habrá. Estoy gordo, he sido gordo cuando era un bebé y moriré siendo gordo. Todos nosotros somos gordos. Hughie es gordo, Shane es gordo, mi padre y mi madre son gordos. Espero que ella no vea esto, pero somos una familia de gordos. Mi hermano Hughie corre, entrena, boxea y yo igual, salgo dos o tres veces al día, pero siempre he estado gordo. Mis michelines son marca registrada".

Fury, de 35 años y con un balance de 33-0 y un combate nulo, es un tipo peculiar. Nació prematuro y estuvo cerca de morir. Su infancia estuvo marcada por el boxeo. Viene Fury de una familia gitana nómada y de origen irlandés, en Manchester. Es sobrino del más grande boxeador bareknuckle (sin guantes) de la época moderna, Bartley Gorman, el Rey Gitano, apodo que ahora usa él.

Es bisnieto de Uriah Burton, mítico campeón de Irlanda e Inglaterra del boxeo a puño limpio. Tiene hermanos y primos boxeadores. También el padre (que lo bautizó en honor a Mike Tyson) fue boxeador de peleas bareknuckle antes de pasar al boxeo profesional y hacer 13 combates, con un récord de 8 triunfos, 4 derrotas y 1 empate.

Fury deja claro que lo primero que aprendió en la vida es a pelear: "El boxeo es un elemento clave en nuestra cultura. Antes que nada, aprendes a pelear. Porque cuando nosotros tenemos alguna disputa, no vamos a la Policía, no involucramos a la ley, lo arreglamos a nuestra manera: nos sacamos las camisas y lo resolvemos a piñas".

Con 10 años Fury empezó a boxear entrenado por su padre, John. Él dirigió su carrera hasta el 2011, cuando fue encarcelado por una pelea con otro 'Irish Traveller', el cual perdió un ojo. Además, con 11 años Tyson Fury se dio cuenta de que no quería estudiar y abandonó la escuela para trabajar asfaltando carreteras con su padre y hermanos. A partir de ahí tuvo una carrera meteórica donde lo ganó absolutamente todo. Hasta 2015. Tras ganar el título mundial al ucraniano Wladimir Klitschko, que llevaba 9 años invicto, tuvo que entregarlo al no poder dar revancha por sus problemas con el alcohol y la cocaína.

Se hundió en la depresión y dejó de entrenar. Se dedicó a tomar cerveza a un ritmo de cinco litros diarios, comer jabalí salvaje sin castrar y mirar los partidos del Manchester United. Y cada noche salía a seguir bebiendo, tomar cocaína y acostarse con prostitutas.

Aumentó 80 kilos de pura grasa. No iba al gimnasio ni respondía a las llamadas de su equipo. Entró y salió de tratamientos psicológicos y psiquiátricos. Por esa época dijo a un semanario sensacionalista del Reino Unido: "No entreno más. Estoy deprimido y harto de la vida. Sólo espero que alguien me mate antes de hacerlo yo mismo".

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Incluso estuvo a punto de suicidarse estrellándose con su Ferrari a toda velocidad, pero justo escuchó una voz en su cabeza diciéndole que no lo hiciera. Y volvió. Por sus cinco hijos, tres niñas y dos niños -por aquel entonces, ya que hoy en día está esperando su séptimo retoño- o por su mujer, Paris -su gran apoyo con la lleva desde que tenía 16 años y con sangre gitana como él-. Por lo que fuera que le dio en su maltrecha cabeza, renació.

Estuvo dos años y medio fuera del boxeo, pero cuando volvió en 2018 lo hizo a lo grande. Destrozó en una trilogía antológica a su archienemigo Deontay Wilder -un combate nulo, la única no victoria de su carrera, y dos triunfos para tumbar al gigantón americano- y en sus dos últimos ganó Dillian White y Derek Chisora.

El Depredador

La historia de superación de Francis Ngannou es la que forjó su tremenda dureza en la jaula. Su camino hasta la gloria estuvo lleno de espinas. Llegó a España, donde ingresó como inmigrante ilegal, situación que lo llevó al límite y muchas veces puso su vida en riesgo. Cruzó Nigeria y Argelia. Durmió en bosques, comía lo que encontraba y guardaba dinero en bolsas de plástico que se tragaba para que no se las robaran. Luego tenía que defecarlas y buscarlo entre su propios excrementos.

Cruzó el estrecho en un bote hinchable y jamás olvidará los alambres de la valla de Melilla: "El alambre de púas de Melilla, nunca lo olvidaré. Tengo cicatrices por todas partes: en las costillas, en las piernas, en los pies. Nos dijeron que no había remos y que teníamos que remar con las manos. Pensé para mí: 'La gente muere en el mar cuando tiene remos, y este tipo quiere que reme con las manos. Lo creí, Incluso pensé, 'pasaremos a la historia, seremos los primeros en llegar a España remando con las manos", narró.

Su infancia estuvo marcada por la dureza y un padre violento. Mientras trabajaba a sus 10 años en una mina de arena para poder colaborar en su casa con dinero, Ngannou soñaba con ser luchador. Aunque su realidad era otra. Vivía en un pueblo pobre en el cual para llegar a la escuela tenía que caminar varios kilómetros.

"Cuando empecé la escuela la mayor parte del tiempo no tenía un bolígrafo para tomar notas o un cuaderno para escribir. A veces iba sin zapatos; mi uniforme estaba todo roto y me frustraba mirar a mi alrededor y ver a otros niños luciendo bien", reveló el camerunés.

No tenía donde entrenar, pero el trabajo que realizaba en las minas potenció su cuerpo. A sus 22 años sus objetivos deportivos seguían en su cabeza, y es por eso que vendió una moto que tenía para comprar elementos de boxeo y se mudó a una ciudad donde podía entrenar.

"Mi padre era un hombre violento. A menudo nos pegaba a nosotros, a mi madre, a mis hermanos y a mí. Cuando bromeaba con mis amigos, la gente decía de mí: ‘es violento como su padre’. Rápidamente me di cuenta de una cosa: no quería volverme como él", dijo. "Mi padre, ‘ese tipo’ que nunca hizo nada por nosotros, al final del día fue un modelo a seguir para mí. Comprendí a través de él lo que no quería ser. Es una locura cómo funciona la vida".

A los 25 años logró salir de su Camerún natal y se fue en secreto sin saber a dónde se dirigía, pese a que tenía en claro ir hacia el norte de África. Dormir en la calle, tragarse dinero, ser un inmigrante ilegal e ir preso lo esperaban -estuvo dos meses en la cárcel en España-, pero ahora Ngannou consiguió vivir su sueño de niño. Y es que tras vivir como indigente en las calles de París, comenzó a entrenarse de manera gratuita en un gimnasio llamado MMA Factory. Ngannou hizo su debut oficial en la UFC dos años más tarde, en 2015 y no paró de crecer hasta convertirse en leyenda. Se ganó el apodo de Depredador por brutalidades como las siguientes:

Sin embargo, el siempre quiso convertirse en boxeador, ya que su ídolo era Mike Tyson. La vida le ha deparado al bueno de Ngannou un regalo a sus 37 años. Hará su debut oficial como púgil con su ídolo convertido en su propio preparador y apoyándole en su esquina del ring.

Este sábado Arabia Saudí paralizará a los amantes del boxeo. El combate del año, la pelea de los más malos, ya está aquí. Dos bestias frente a frente. Y solo puede quedar uno.

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