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Puigdemont se ríe de los socialistas y aumenta la incertidumbre sobre la Mesa y la investidura

El prófugo (rebautizado por La Vanguardia como el conde de Montecristo) arranca la semana clave censurando las "especulaciones".

El prófugo (rebautizado por La Vanguardia como el conde de Montecristo) arranca la semana clave censurando las "especulaciones".
El expresidente catalán fugado, Carles Puigdemont, en una imagen de archivo. | Europa Press

Carles Puigdemont está en centro de la pista, bajo los focos. Es el hombre clave, el monstruo del lago Ness de un agosto atípico, marcado por la agenda política, la negociación para formar la Mesa del Congreso y una hipotética investidura de Pedro Sánchez. Cunde el nerviosismo en las filas socialistas a tres días para la fecha clave, el próximo jueves, 17 de agosto, día en el que se constituye el Congreso surgido de las urnas del 23 de julio y todavía no hay nada atado.

Como es habitual en el expresidente catalán, destila sus mensajes a través de la red social X y se regodea en el papel sobrevenido de árbitro de la política española. "Encarar una negociación a través de declaraciones públicas no es nuestra opción. Puede que por eso, a medida que se acercan días decisivos, como este próximo 17, crece el nerviosismo y sube la subasta. Y se disparan las especulaciones. Paciencia, perseverancia y perspectiva", ha deslizado el líder de Junts per Catalunya (JxCat) para empezar la semana.

Puigdemont disfruta de la situación después de una larga temporada sumido en el más absoluto ostracismo, despreciado por ERC y ninguneado por el PSOE. Los votos de sus siete diputados son clave y manda mensajes que alimentan la incertidumbre. Sus más fieles, Laura Borràs, presidenta de JxCat, Jordi Turull, secretario general de la formación, y Antoni Castellà, portavoz del "Consell de la República" insisten en las reivindicaciones de máximos y destacan que ellos no están especialmente interesados en la gobernación de España, que es Pedro Sánchez y el PSOE quienes tienen que mover ficha y plantear una oferta que resuelva lo que denominan "conflicto de Cataluña y España".

La "paciencia" y la "perseverancia" de Junts se ha cobrado ya algunos frutos. Por ejemplo, condiciona a ERC, que ha pasado de una suerte de "sí a todo" al PSOE en la negociación sobre la Mesa del Congreso a plantear tres condiciones: que se hable catalán, una comisión de investigación sobre el caso Pegasus (la intervención con orden judicial de los móviles de algunos dirigentes independentistas durante las protestas del Tsunami, asunto por el que ya se cobraron la cabeza de la directora del CNI, Paz Esteban) y, la más importante, un borrador de la ley de amnistía para todos los encausados por el golpe de Estado y los actos violentos de los años posteriores.

Pero no es suficiente para Junts y el entorno de Puigdemont. Uno de los más cualificados representantes de ese entorno, Antoni Castellà, aludía este fin de semana al "Brexit catalán" como condición indispensable para investir a Pedro Sánchez. Según el clan de Waterloo, el 1-O supone un antes y un después y ya no vale con negociar traspasos y competencias. Como decían en la CUP en los años duros del "Procés", no quieren las migajas, sino el pan entero. Puigdemont, rebautizado por el cronista de La Vanguardia Enric Juliana como el "conde de Montecristo", cuece a fuego lento al PSOE a la espera de un gesto por parte de los socialistas que reivindique su figura y le retire la condición de apestado.

El factor Zapatero

En medios catalanes se alude a la figura del expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero como posible interlocutor de peso con Puigdemont. Mientras tanto, el prófugo pleitea con el Tribunal Constitucional por la orden de arresto en territorio nacional y espera la decisión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) sobre la inmunidad como eurodiputado, condición que le ha sido negada por otra instancia judicial de la Unión, el Tribunal General (TGUE). Con la petición de una amnistía general como telón de fondo, las horas discurren sumamente entretenidas en Waterloo. Y Puigdemont aprovecha la situación, ironiza, se ríe de los socialistas que le dieron por acabado sin contar con la aritmética parlamentaria post 23-J y alude a la máxima discreción para encarar las negociaciones, primero las de la Mesa del Congreso y luego, las de la investidura. Tiene todos los ases en la manga y lo sabe.

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