España no está embarazada.

O en otras palabras, no estamos en estado de buena esperanza, la situación de España, no por repetirla unos, o por amagarla otros, no va a engendrar un ser humano alegre y saludable, desgraciadamente.

Por que no es sólo la economía, aunque eso sea el principal aliño de este engendro diabólico que seguramente se expelerá por retambufa, por innoble vía, la merde va derrière, que diría un Francés.

Este falso embarazo que sufre nuestra nación, no es sólo este amartroma de deuda, paro, pobreza en general, eso se podría arreglar con una buena garbanzada a tiempo antes de palmar, el problema es que el problema es metafísico, y eso no hay garbanzo que lo cure.

A la falta de principios morales, propia de una sociedad del pronto trinque, se une la falta de dogmas en los que creer, y eso, que para un intelectual es bueno, deja de serlo cuando los dogmas eran los que ocupaban las reglas del juego social, hoy inexistentes.

La relatividad de no importa que concepto en que basarnos, hace vislumbrar un mal parto, que podrá ser malo, peor o estrepitosamente terrorífico, y que se traducirá en un pedo, una diarrea, o peor aún un abortivo hijo del maligno, que dirigirá nuestro futuro.