Más vale tarde que nunca y nunca es(+)

tarde si la dicha llega, que dice el refranero. Aunque muchos lo entienden como simple formulario o le
quitan el sentido humanitario que pueda tener, a título particular me sumo a los que de corazón se
suman al día internacional de la mujer. Para los que, guste o no, nos integramos en ese encasillado
de civilización occidental hay que reconocer que la mujer ha conseguido llegar, en muchísimos casos,
a la altura que se merece, primero por ser persona, por su valía, por su trabajo, por su inteligencia,
por su entrega y demás cualidades de la que es portadora. Su batalla no ha sido estéril, pero va
consiguiendo lo que por méritos propios ha ido ganando. Se dirá que les queda mucho por recorrer, y
creo que es cierto, pero el modelo de sociedad que nos hemos dado, con todos los fallos que les
queramos achacar, no van a impedir que siga adelante la conquista de todo lo que es digno para
ellas. Bien es verdad, y hay que reconocerlo con tristeza, que muchas no hacen honor a las
conquistas, pero no impide que la inteligencia de la que hacen gala una inmensa mayoría siga la
senda de la conquista de nuevas metas de dignidad. Así que mi felicitación en este día y esperar que
los hombres seamos capaces de dar ejemplo, punto en el que a través de los tiempos hemos fallado y
somos responsables de las tropelías ocasionadas a las mujeres. Me causó una gran impresión cuando,
no recuerdo qué mujer fue, me enteré que, en tiempos en que la universidad estaba vedada para la
mujer, una intelectual de gran altura tenía que ir de pantalones a clase de Derecho, como alumna, y
para pasar así lo más desapercibida posible y procurar no ser objeto de condena. Que hay que ver la
de ruindades que los hombres fueron capaces de arrojar sobre las mujeres. Y eso en la civilización
occidental, en la otra son historias para no dormir, la explotación, esclavitud y sometimiento de la
mujer sigue siendo ancestral.