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Ya vamos entendiendo lo que supone para Zapatero y sus Jovenes Mágicos diferenciar su discurso político del discurso del Gobierno: hacer preguntas al Gobierno y declaraciones incendiarias que no se distingan de los editoriales de "El País". Pero desde el repugnante espectáculo que organizaron Almunia y los entonces sucesores gonzalinos, con Rubalcaba al aparato, para protestar contra un programa de debate dirigido por Luis Herrero en RTVE en el que algunos invitados se atrevieron a comparar rasgos de la dictadura franquista con el felipismo, no habíamos visto o vuelto a comprobar tan abyecta sumisión del partido de González, el único jefe político, a su jefe espiritual, el Imán Polanco.

Que de mil cuatrocientos indultos, incluidos los de los que robaban para el PSOE, alguno quedándose algo, el único que preocupe al PSOE de Zapatero sea el del juez Liaño, prueba que nada ha cambiado en el PSOE, si no es a peor. Que, como marionetas colgadas del hilito o muñecos a los que les dan cuerda, López Aguilar, López Garrido o Fernández de la Vega multipliquen sus denuncias y hagan concursos de aspavientos en nombre de Don Jesús y sólo de Don Jesús, al que molesta que su maldición sobre Liaño no sea eterna, prueba su condición de plastilina y su moral de pastaflora.

Pero que encima declaren que con semejante algarabía no quieren perjudicar "personalmente" a Liaño demuestra que sí hay un cambio, una diferencia entre estos felipistas suplentes y los felipistas titulares. Aquellos podían llegar a ser absolutamente miserables sin perder altanería. Estos hacen lo mismo, pero encima se acobardan. Aquellos no tenían conciencia. Estos, tampoco. Porque la mala conciencia no es conciencia, es simple cobardía moral.

Zapatero está asentándose, sin duda. En el papel de Polichinela.

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