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Enrique de Diego

El PNV necesita al PSE... para la independencia

La delirante y mendaz interpretación de los resultados vascos en clave entreguista trata de ocultar, so capa de resentimientos y vendettas felipistas contra Aznar, lo que de victoria pírrica hay en la realidad, pues el PNV ha ganado con una campaña moderada los votos radicales, pero también con un programa que no es la paz sino la independencia, ya que tales términos son sinónimos en el argot nacionalista. Ibarretxe está condicionado por su promesa de no pactar con Eh y de ir a la independencia en esta legislatura.

Ese es el objetivo, que nadie se engañe. El nacionalismo entiende el diálogo de una manera artera, autista, como la cesión del otro, pues en ningún caso está dispuesto a dialogar sobre el cumplimiento íntegro de las penas o sobre la política de orden público para erradicar la kale borroka ni sobre la coordinación policial para acabar con el terrorismo o sobre cualquier otro tema que no sea la independencia como efecto del síndrome de Estocolmo por el terror.

Así que estos primeros compases del vals de Ibarretxe son una púdica ficción para la zarabanda independentista del segundo tramo de la legislatura, sin otra finalidad que intentar desgastar a los constitucionalistas y, sobre todo, al PSE y a Nicolás Redondo Terreros. En esto, la equivocación que trata de imponer el pensamiento único nazi-estalinista es algo así como que el PSE precisa pactar o entregarse al PNV para lavar no se sabe qué culpas del Kursaal, cuando es el PNV el que precisa angustiosamente al PSE para atravesar el Rubicón independentista sin que Ibarretxe quede en el terreno de nadie de los insustanciales tres escaños de IU o teniendo que recurrir a su diabolizado y maltrecho compañero de viaje de Arnaldo Otegi. El PSE está en posición de poner condiciones al PNV, no al revés. Supongo que Redondo lo sabe, aunque su retaguardia madrileña sea tan inconsistente.

Por supuesto que ciertas dosis de flexibilidad en las formas son perfectamente compatibles con la firmeza en las convicciones y que no votar en contra de Ibarretxe en la investidura, como insinúa Redondo como peaje a las olas encrespadas de su partido, no es ni una herejía ni una cesión en los principios, pero un acercamiento excesivo puede comprometer la capacidad de maniobra. Porque ahora el nacionalismo sólo pretende presentar como culpables a los constitucionalistas de que no haya diálogo, entendiendo por tal la rendición al chantaje de la violencia, para luego dar el salto al referéndum de independencia, habrá que esforzarse en la pedagogía, pues tal horizonte sería, sin duda, la ruina económica para el País Vasco.

Amén de que el principio de autodeterminación no puede establecerse de forma excluyente. Por de pronto, Álava, como Navarra, también tiene derecho a la autodeterminación, sin que puedan imponerle su voluntad los guipuzcoanos.

El escenario de independencia no parece posible antes de las elecciones generales, y sin desalojar al PP del Gobierno mediante una coalición del PSOE con los partidos nacionalistas, que es a lo que juega el inconsistente Zapatero, con Maragall, Antich y el neonacionalista Rodríguez Ibarra.

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