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Enrique de Diego

Los tirillas y el cambio espasmódico

El tirillas es, en castellano castizo, el joven con apariencia pero sin fondo; un chulito de poca monta que sirve para figurar pero con el que no se puede contar para nada importante; un gracioso que tampoco sirve de mucho cuando se adentra la noche. Cuadra para definir a la actual dirección socialista, cuyo cambio tranquilo adquiere tonalidades de cambio espasmódico o de baile de San Vito: no es preciso acudir a las hemerotecas para percibir que cambian de opinión cada dos por tres. Ha bastado que se hayan celebrado unas elecciones autonómicas –en las que el nacionalismo ha bajado, a pesar de la movilización– para que Rodríguez Zapatero embista contra la Constitución (o sea, aquí y ahora, contra España). Suficiente que Nicolás Redondo sólo haya subido treinta mil votos para que se le sitúe a los pies de los caballos nacionalistas. En una situación de crisis real, es para echarse a temblar con estos chicos.

Estos tirillas han entrado, además, en esa costumbre de tergiversar los términos. Para explicar sus espasmos, Jesús Caldera sitúa como “objetivo de Estado” que el PNV “no dependa de Eh”. Si no hay dogmas doctrinales ni convicciones éticas, resulta bastante chocante que en veinticuatro horas se pongan tan dogmáticos en la estrategia. Primero, circunloquio, porque lo que dice Caldera es que el PSE se entregue sin condiciones a Ibarretxe. Segundo, manipulación semántica de inconsistentes porque eso no es otra cosa que hacer suyo el compromiso del lehendakari. Tercero, tergiversación histórica, por cuanto en la pasada legislatura el expresidente del club ciclista de Llodio no tuvo por qué depender de EH, pues bien pudo pactar con el PSE, siguiendo la tradición anterior, pero tal cambio fue impuesto por ETA en las negociaciones entre Arzalluz y Antxa. Redondo nunca fue intransigente, lo fue Arzalluz.

Si sobre este panorama, se recuerda el tono de gallinero del último comité federal y se tiene en cuenta hasta qué punto Felipe González ha situado en la posición de meritorio a Rodríguez Zapatero, no cabe más que compadecer a Nicolás Redondo Terreros con tal retaguardia y la vuelta a la doctrina Almunia de pactar con cualquier folclórica y cualquier nacionalista. En realidad, los datos dan mucha capacidad de maniobra al PSE y posibilidades de establecer condiciones, porque son el PNV e Ibarretxe –condicionados por el radicalismo de EA y los votos tránsfugas de EH– los que necesitan imperiosamente a los socialistas, no al contrario, pero los tirillas se venden a precio de baratillo, ni siquiera regatean.

En estos casos, y para la supervivencia de Nicolás Redondo Terreros –lo único relevante– sólo es recomendable oración y ayunos para pedir el milagro con peregrinaciones a Begoña, Aranzazu e incluso a Lourdes, tan bendecido por la luna de miel de Sabino Arana con Nicolasa Achica-Allende, la de los 126 apellidos euskéricos, a pesar de las apariencias del primero. Se echa en falta a José Borrell e incluso a José Bono. Esto no es la tercera vía, esto es una panda de amiguetes: los tirillas con los que no contaba González. ¡Por algo era! Ahora se ve claro.

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