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Enrique de Diego

Lección y marketing de la tercera vía

No se puede negar el carácter exitoso que, como operación de marketing, ha tenido y tiene la “tercera vía”. Utilizando etiqueta de marca de los fascismos en los años treinta del pasado siglo, el laborismo consiguió hacer su conversión liberal con el menor coste posible.

No es una corriente intelectual, sino un necesario maquillaje, cirugía estética en altas dosis y bien diseñada. Lo que hizo Anthony Giddens, el maquillador del nuevo laborismo, fue hacer malabarismos semánticos, mientras en el continente sus homólogos se dedicaban a hablar de la crisis de la izquierda pero sin abandonar sus mitos. Mas, en realidad, ni Giddens dice nada nuevo, ni nada creativo, ni nada sugerente. Lo que hace es decir algunas cosas liberales difuminando su paternidad. Y cada una de las que dice, cuando no se anda con rodeos, que son las más de las veces, lo han dicho antes –mejor y más claro– autores liberales. Sería como si a Jordi Sevilla le consideráramos el “padre” de la crítica a la progresividad fiscal, obviando a Friedrich Hayek, Gary Becker y Milton Friedmann, entre otros. La “tercera vía” es estrategia, copia de ideas, plagio intelectual. Interesante y beneficioso, pero plagio.

Con todo, el triunfo de Blair asumiendo la herencia de Thatcher, ocupando el centro político y presentándose como un político de ideas tiene lecciones interesantes para el caso español, donde Rodríguez Zapatero está intentando algo similar respecto a Aznar, en cuanto a herencia y mimetismo, pero donde al tiempo el PP, en cuestión de ideas, está viviendo de las rentas: de lo pensado en la década de los ochenta y principios de los noventa. En ideas y nuevas propuestas, el PP anda romo. Quizás porque las ideas en el poder resultan secundarias y no se les presta atención. Por ejemplo, las respuestas al debate planteado por Jordi Sevilla no han resultado edificantes.

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