Menú

Hablar de pérdidas a propósito de RTVE es, simplemente, hablar de RTVE, porque su historia es una historia de pérdidas, de ruina y corrupción económicas al servicio de la corrupción política. Pero los últimos alardes de prepotencia de Ferrari del bracete de Ansón, hace apenas una semana, convierten estos datos últimos sobre las pérdidas del Pirulí en algo más que un dato frío acerca de la mala administración del dinero público. Es un sarcasmo cruel que los contribuyentes deban contemplar indefensos lo que nos cuesta a todos que Ferrari pueda presumir frente a los medios privados de comunicación gracias a lo que el Estado nos quita -todo el año pero más en estas fechas- de nuestros bolsillos. Porque lo de los cientos de miles de millones que nos vienen quitando los gobiernos para pagarse el capricho audiovisual no es recaudar, es robar.

Parece difícil que, cuando el sector audiovisual está en manos del poder político y de ese poder político paralelo que es Polanco, haya un movimiento concertado de los medios privados para poner ante sus responsabilidades, es decir, con la cara colorada cada mañana, a la SEPI y al Gobierno. Y es lo único que podría deshacer esa trama infernal que dilapida cientos de miles de millones de dinero público no sólo en darle gusto informativo al Gobierno a sus horas y en producir basura audiovisual las restantes, sino también en arruinar o causar graves quebrantos a las empresas de comunicación que pagan sus impuestos, dinero que acaba financiando la competencia desleal de RTVE. ¡Y si los políticos y comisarios del Ente sólo perdieran dinero! Lo malo es que nos han hecho perder a todos la paciencia. Y, hace mucho, la esperanza.

En Opinión