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Enrique de Diego

Abrumadora ineficacia del sistema

El debate sobre la inmigración viene siendo teñido de un ambiente de irresponsable moralina que de manera simple ha transferido la categoría moral marxista de proletario y la cristiana de pobre a “inmigrante”, que pasa de ese forma a concepto abstracto y colectivo. Si ello se adoba con ingredientes de mala conciencia respecto a que cualquier racionalidad es xenofobia y cualquier política es racismo, se siembra el terreno de un sentimentalismo que puede ser contraproducente para todos.

La inmigración ha de estar relacionada necesariamente con el trabajo, pues en otro caso no hay integración posible, y se generará un substrato de marginalidad y delincuencia, pues es preciso sobrevivir a través del delito. Del salvaje suceso de Pozuelo destaca la asombrosa ineficacia de la Policía, pero más aún la general ineficacia del sistema, pues con los antecedentes del presunto asesino no acaba de tener lógica su estancia en territorio español.

La mayoría de los inmigrantes –cada hombre es un mundo, no existe el inmigrante abstracto, sino el concreto– vienen a mejorar su vida y a trabajar en una nación democrática, pero los fracasos de los socialismos, el del Este y el que se denominó tercermundismo, han generado también una población fluctuante que representa un riesgo para la seguridad ciudadana, a veces con formación militar y policial. Caldo de cultivo para mafias. Distinguir entre quienes vienen a trabajar y los que lo hacen para delinquir es fundamental para todos, también para ese primer grupo de inmigrantes.

¿Por qué con su historial delictivo el presunto asesino no fue expulsado? ¿Puede ser la acumulación de delitos una forma de permanecer en nuestro país? ¿Se ha perdido el sentido de la reincidencia? La masacre de Pozuelo, tan abrumadoramente genocida y sin sentido, debe hacer pensar sobre la falacia de establecer el debate sobre la inmigración en el delicuescente terreno de los sentimentalismos beatos. La izquierda, que con su fracaso planetario ha sido el pirómano generador de estas migraciones modernas, no puede seguir intentando ser un bombero incapaz de discernir.

Mientras tanto, el héroe nacional es el narcotraficante Joaquín José Martínez.

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