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Federico Jiménez Losantos

El muerto buscado, la hipocresía prevista

Raro es que hasta Génova no hayan conseguido un muerto para inaugurar su martirologio anticapitalista estos enemigos de la globalización, en realidad enemigos de la libertad, que han sucedido al Comandante Marcos y a la Pasarela Chiapas en el escaparate de la moda de la izquierda internacional. Ahora ya lo tienen. No tardarán sus secuaces en "vengarlo" a costa de algún pobre policía de no importa qué país del mundo, porque a estos enemigos de la globalización el mundo se les queda pequeño para montar su numerito. Ya tienen también su muerto los medios de comunicación que llevan promoviendo una imagen arcangélica, entre adolescente y franciscana, de ese movimiento en el que lo redomadamente tonto se suma a lo refinadamente malo y lo que no es retorcidamente perverso resulta aplastantemente idiota.

Tampoco el muerto --seguramente el primero de una larga saga-- ha sido argumento suficiente para que los enemigos de la libertad que se autoproclaman pacíficos y demócratas rompan de verdad con los criminales y totalitarios que desde Seattle les acompañan y que constituyen la auténtica tarjeta de presentación del movimiento antiglobalización. Mucho pelear Monos Blancos --que no Manos Blancas-- contra Bloque Negro, mucho disentir parlanchines y rompecristales pero, al final, como su enemigo es el mismo --el liberalismo capitalista-- y sus amigos también --los medios de comunicación-- difícilmente llegarán a la ruptura. Al contrario. A partir de ahora, cada parte se convertirá en coartada de la otra. Los pacíficos servirán para legitimar a los violentos y los violentos serán la prueba excesiva de la razón que tienen los pacíficos. En España, al menos, estamos hartos de ver ese reparto de papeles entre el PNV y ETA como para que el modelo pueda sorprendernos.

La hipocresía sólo está superando ligeramente lo previsto en el tratamiento televisivo de esta escuela itinerante de terrorismo internacional. Mientras las imágenes corresponden siempre a los incidentes violentos, las entrevistas son, casi sin excepción, de manifestantes pacíficos que lamentan la violencia protagonizada por sus colegas. Así se nos sirve el postre de este indigesto menú de manipulación informativa: la violencia garantiza la audiencia y el discurso político falsamente inocente, falsamente equidistante, es a la vez exhibición y exculpación de la complicidad de los angelitos con los demonios. El infierno está empedrado de buenas intenciones, pero en el infierno de Génova ya nadie tiene excusa. Ni buena intención, ni buena acción, ni buena información.

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