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Federico Jiménez Losantos

Venezuela: la Iglesia cierra contra Chávez

No es la primera vez. Tal vez no será la última. Setenta templos, tras la Catedral y las iglesias principales de Caracas, han cerrado sus puertas en protesta por los atentados sufridos últimamente por los católicos, que los prelados venezolanos entienden no sólo como un ataque a los lugares de culto sino al pueblo católico, a los creyentes como tales. Nada distinto a lo que sucedió en México durante los años veinte, en España durante los años treinta, en Cuba desde los años sesenta y en los países comunistas de Europa y Asia, desde sus orígenes hasta hoy, donde no ha caído el Muro. Pero la de Venezuela no va ser la "Iglesia del Silencio". Ni sus obispos como el cubano cardenal Ortega, que susurra sus quejas contra el castrismo en un tono tan bajo que no se le oye.

La Huelga de Templos no es sólo un signo de protesta sino una manera de movilizar a los creyentes y no dejarles rendirse ante quienes los acosan. También es algo que fastidia mucho al régimen de Chávez, a juzgar por cómo lo presentan ciertas cadenas de televisión venezolana. Por ejemplo, la que emite dentro de la cadena SUR "Canal de canales" para la Florida, donde son ya decenas de miles los venezolanos que buscan refugio huyendo del chavismo. En la noche del miércoles 1 de agosto, se ofreció una encuesta que es un modelo casi perfecto de manipulación. El "casi" es que, de todas formas, la manipulación se nota.

En la información, los obispos se explican perfectamente; sobre los atentados, no sabemos si la televisión no tiene más datos o no nos los quiere dar. Pero cuando entrevistan a fieles o pseudofieles, la cosa queda clarísima. Primer testimonio: una señora mayor que no sólo defiende vigorosaemnte a sus obispos sino que dice que este régimen debe abstenerse de criticarlos. Segundo testimonio: la amenaza. Aparece otra señora, algo menos añosa, diciendo que "ya era hora que ellos también tuvieran su pedacito". "Ya que tanto critican al gobierno –insiste– ya era hora de que también tuvieran su pedacito". Sea el pedacito de metralla o de dinamita, esta señora asume –y celebra– sin rubor los atentados como resultado de la oposición de la Iglesia a Chávez, lo que es tanto como decir que los provoca y/o no los persigue el alevín de dictador.

Pero hay un tercer testimonio impagable: una vistosa Magdalena –probablemente antes de arrepentirse– dice que si las iglesias están cerradas se tendrán que ir a otras que están abiertas. "Por ejemplo, esta... sí, ésta..., ésa del Espíritu, ¿no? Que dicen que hacen muchos milagros, ¿no? Pues nos iremos a ésa".
O sea, que además de ponerles bombas, les amenazan con promover otros cultos, más propicios a la adoración de Chávez, que parece que es realmente el dogma en litigio.

Desde la Revolución Francesa, la persecución de los católicos es una costumbre de la izquierda revolucionaria. Utilizar la televisión para amenazar y manipular conciencias es algo más moderno, pero después de Castro deberíamos estar acostumbrados. En Venezuela empiezan a estarlo. En Miami, produce una mezcla de sonrojo y de ira ver cómo, ante nuestras bronceadas narices, se repite la historia.

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