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Enrique de Diego

Maragall contra Zapatero

El partido socialista no es o no funciona como un partido, sino como una confederación de ellos. Zapatero y sus colaboradores ocupan el papel de dirección comercial para vender el producto en el ámbito nacional, pero sometidos al dictado de los barones, como se vio en la Conferencia Política. La conspiración veraniega del federalismo asimétrico da un paso más en esta desvertebración del partido socialista, previa a la de la idea de España como sociedad abierta, hacia la que la izquierda ha venido manteniendo una posición de repulsa, casi de odio, de la que se descolgó el socialismo vasco.

Maragall está propiciando un debate al margen de los órganos de gobierno del partido socialista. Se sitúa, pues, a la altura o en confrontación con José Luis Rodríguez Zapatero. En los reinos de taifas socialistas, el catalán es un virrey. Su confuso federalismo –una grosera manipulación de la realidad, pues la España de las autonomías es nítidamente federal y el federalismo maragalliano es sinónimo de nacionalismo– pretende generar dos partidos socialistas. El PSOE del Norte, periférico, con base en la antigua Corona de Aragón y con los partidos de zonas con debate nacionalista, y otro PSOE del Sur, mesetario. Es una escisión de hecho lo que está en marcha, aunque puedan mantenerse las formas para engañar al respetable.

Esta estrategia ha aumentado su apuesta intentando dividir y debilitar al socialismo vasco, que es el escollo tanto para este fraccionalismo como para las aspiraciones secesionistas del PNV. Lo que no ha conseguido Arzalluz lo pretende Maragall, no con el acomplejado Odón Elorza, sino ahora desde dentro de la misma ejecutiva de Nicolás Redondo. El futuro de una cierta idea de España, el de la convivencia constitucional, se juega en buena medida en ese debate del PSE.

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