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El Partido Popular no está sintiendo, ha sucumbido a la tentación de convertir la Comisión de Investigación en una polémica política. Lo de “caiga quien caiga” es, por el momento, una consigna retórica sin contenido. Las sesiones parlamentarias pueden ser un cruce de acusaciones sin sustancia. Baste decir que ya ha empezado a marcarse a Jordi Sevilla y que en el PP sugieren que Enrique Giménez-Reyna colaboró con los socialistas.

Me parece que el escándalo lleva en su seno otro parejo: la impunidad de los delitos económicos porque nunca se encuentra el cuerpo del delito. Para sorpresa de todos, los condenados por montar agujeros multimillonarios o marchan al extranjero o cuando salen de la cárcel llevan el tren de vida acomodado al nivel de su botín. No se ha encontrado el dinero de Luis Roldán, cuya familia, según diversas fuentes, goza de un saneadísimo nivel de vida. Mario Conde tiene para mucho más que un buen pasar. Es una fortuna. Camacho puede sumarse a esta práctica del botín. Después de seis o siete años de cárcel, en el caso de ser condenado, podrá también entrar en la lista de los hombres más ricos del mundo.

Que han fallado los mecanismos de control es incluso un eufemismo, por mucho que el PP esté empezando a echar más tinta que un calamar. Los llamados mecanismos de control han sido el escudo protector de la estafa. Camacho y su grupo han sido protegidos en un esquema de mafia funcionarial por la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Ni para recuperar el dinero ni para depurar responsabilidades la Comisión de Investigación va a servir de mucho. De nada, previsiblemente. Sólo el Juzgado puede ofrecer luz y romper este principio de omertá política, proyección de las connivencias anteriores en la CNMV.

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