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Da pena, no exenta de repugnancia, leer a Zapatero y verlo suscribir de puño y letra las tesis disparatadamente falsas y retorcidamente rencorosas sobre la historia reciente de España que han acuñado Juan Luis Cebrián y Felipe González en su librejo El futuro no es lo que era. Lo que no es lo que ha sido, evidentemente, es el cuarto de siglo de transición y democracia, si es que se cree la revisión que le inflige este par de farsantes.

Que desde un partido tan abiertamente rupturista como el PSOE de Felipe González en 1978, que defendía en las Cortes la república frente a la monarquía constitucional, que estaba contra la OTAN para situarse a la izquierda del PCE –aún llegaría a firmar en Moscú un pacto con el PCUS para sacar a España mediante referéndum del Pacto Atlántico– y que no había abandonado todavía el marxismo en su programa máximo, se proponga hoy como modelo de espíritu constitucional y democrático frente al PP de Aznar sería una broma grotesca si no encerrase la voluntad totalitaria de reescribir la Historia. Algo muy conveniente cuando se tienen a las espaldas tantos episodios de corrupción y abiertamente liberticidas como Felipe González. Algo muy lamentable cuando se trata de construir una alternativa creíble a un Partido Popular que se está quedando dramáticamente solo en defensa del orden constitucional y de la nación española, tras la deserción de sus postulados de un PSOE, el de Rodríguez Zapatero, que va camino de ser sólo una ilusión entre felipismo nuevo y felipismo viejo. Como el PSOE de Borrell. Como el de Redondo Terreros. Como todo el que no sea simple brazo ejecutor de la secta polanquista, cuya liturgia es el rencor y su religión los negocios.

Parodiando el célebre último parte de la Guerra Civil, podría decirse que Zapatero –aunque no muy marcial ni muy “rojo”– ha comparecido en El País este tercer domingo de marzo “cautivo y desarmado”. Cautivo, porque está preso del discurso de Cebrián y González, esa máquina desvencijada y atronadora de rencor político injustificado y de prejuicios guerracivilistas injustificables. Desarmado, porque renunciando a su propia política, negando la historia real y asumiendo un discurso paranoico con tintes esquizofrénicos, que es el de la pareja cantinflesca, jamás llegará a la Moncloa. Escribiendo lo que escribe o firmando lo que escriben, no merece ni llegar a las elecciones.


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