José Manuel Durao Barroso será muy probablemente el nuevo primer ministro de Portugal y, para serlo, deberá contar con el apoyo parlamentario de la derecha conservadora. Durao dice que es “centrista”, como Aznar. Es una manía.. Pero aún así deberá pedirle al Paulo Portas, el líder del Partido Popular portugués, que le eche una mano. O dos. A Durao le espera una tarea difícil y arriesgada. Los socialistas tras seis años de gobernación han dejado el país en una situación delicadísima. Deuda externa enorme, déficit público rondando el 2,5%, inflación próxima al 4,4%, bajísima productividad, fraude fiscal generalizado, etc.
Lo primero que hará Barroso es una “reforma fiscal de choque”, según declaró nada más conocer su triunfo. Seguirán otras medidas, también de choque: privatización de la Eléctrica y de la compañía aérea TAP, reducción de impuestos para las personas con mayores rendimientos, aumento del IVA... Estas reformas tendrán un coste social y político. Y deberá hacerlas en los primeros meses, porque después no podrá: el país tiene que apretarse el cinturón, disciplinarse y producir. Nada fácil todo ello.
La herencia de Antonio Guterres, el dimitido primer ministro socialista, es pesadísima. El también ex primer ministro socialdemócrata o “centrista”, Anibal Cavaco Silva, un gran economista y un estricto administrador, dijo el otro día que Durao tendrá que tomar todas estas medidas sin pensar en las reacciones de la opinión pública a corto plazo. No hay posibilidad de aumentar los salarios si la productividad no crece y, además, no hay dinero para las ilusiones. Llegó el momento de la verdad: ahora hay que resolver los problemas... Más claro, agua.
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