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Federico Jiménez Losantos

La victoria "coreana" de Zapatero

Aunque en los medios de comunicación se ha impuesto la tesis de una victoria de Zapatero en el Debate sobre el estado de la Nación, el todavía aspirante a la sucesión de González –aunque ya investido sucesor por el BOE polanquista, le falta perder unas elecciones para saber si le respetan el sillón– cometería un grave error si se creyera que ha ganado. El resultado tal vez sea ése. Pero no siempre los resultados son justos ni revelan lo sucedido en el terreno de juego, en este caso, dialéctico. Zapatero se ha consolidado como líder de la oposición porque así lo deseaba mucha gente y él les ha dado la percha necesaria para colgar su esperanza. Pero ganar las elecciones es algo más que quedar relativamente bien en un debate. Y Zapatero ha quedado este año más lejos de ganárselas al PP que el año pasado, aunque entonces Aznar estuviera muy por encima de él.

También este año lo ha estado en los asuntos de fondo: solidez, argumentos, datos y verosimilitud o credibilidad del que los daba. Aznar habla con seis años de Gobierno detrás, que constituyen, para bien o para mal, el gran argumento del debate. Y lo que Aznar dijo o reseñó con la muda elocuencia de los datos no supone sólo un acierto del PP sino una derrota en toda regla y una desautorización histórica del PSOE. Las baladronadas con que Zapatero quiso acariciar los pabellones auditivos de su caudillo González son pura palabrería que cualquier candidato del PP, no en retirada sino de aterrizaje, podría haber pulverizado. Tampoco le habrían perdonado Rato, Rajoy o Mayor Oreja al Secretario General del PSOE la traición a Redondo Terreros y la deserción del frente nacional y constitucional PP-PSOE en el País Vasco. Y todavía menos, a propósito de la invasión de la isla de Perejil, su esperpéntica diplomacia magrebí, esos viajes del líder de la Oposición por Marruecos que se han movido entre el esperpento y la alta traición. Esos y otros capítulos que muestran la inconsistencia zapateril le fueron perdonados por un Aznar que, por no tener, no tenía ni voz. Pero eso no es que Zapatero metiera un gol. Es que los árbitros le han perdonado el resultado. Sin embargo, un partido en Corea no es más que un partido. Zapatero juega la liga española, que es a doble vuelta y con más de un rival. Sin programa, sin criterio, tronitonante y demagógico, mucho tendrá que mejorar el líder sociata para no quedar como los argentinos en la Guerra de las Malvinas: subcampeones.

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