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La sesión extraordinaria de las dos cámaras norteamericanas para escuchar y despedir a Aznar como Presidente del Gobierno de España es un honor para la persona y también para la nación. Los liberales sólo podemos sentir emoción y gratitud al escuchar un discurso en el que se puede suscribir hasta la última coma. Pero por encima del discurso, excelente, está el símbolo político de la sesión. No es fácil ser agasajado de esa forma y mucho menos siendo español. Sólo después de haber demostrado, como España bajo la dirección de Aznar, ser un aliado fiable y sólido, dispuesto a estar a las duras y a las maduras, puede producirse un gesto que va  más allá de la cordialidad y del agradecimiento.
 
En rigor, y si pudieran dejarse a un lado los aspectos morales, que ni se puede ni se debe, la apuesta atlántica es el mejor negocio que podemos hacer como españoles y como europeos. Y aunque es previsible que la oposición española (o ex-pañola), tan indocumentada como antiliberal, cuando no abiertamente liberticida, cargue contra Aznar, bastará recordar la diferencia no sólo de régimen sino de posición internacional de España entre la sesión que se dedicó al Rey hace casi tres décadas y la que acaba de dedicarse a Aznar. Basta comparar aquella España humillada de la Marcha Verde sobre el Sahara con la España que ha compartido desde la famosa foto de las Azores la primera fila en la lucha contra el terrorismo para ver hasta qué punto nuestra alianza con los USA es el mejor factor disuasorio del aventurerismo marroquí, que tiene en la Francia infame de Chirac su mejor valedor y más siniestro cómplice. Sólo por eso ya se justificaría la más estrecha alianza con los norteamericanos. Pero es que además seguimos padeciendo el reto terrorista antiespañol y además el antioccidental del terrorismo islámico. España, por estar donde está y ser lo que es, amén de lo que ha sido, se halla más expuesta que ningún otro país a los embates criminales del fundamentalismo islámico. Es fundamental respaldar y reforzar la determinación de los norteamericanos a asumir sus responsabilidades planetarias, porque son los únicos con la fuerza necesaria y la capacidad política de emplearla.
 
Además, Aznar ha subrayado la necesaria apertura internacional al comercio libre, en el que al final sólo se puede ganar, pero que tanto allí como aquí tiene enemigos feroces, intereses bastardos que encuentran en las aduanas y el proteccionismo sus mejores aliados. España es, también en ese campo, una voz que clama casi en el desierto. Pero tiene razón. En todo lo que ha dicho y hecho Aznar en su gran discurso tiene razón. Es un placer poder dársela. En Libertad Digital trabajamos todos los días las veinticuatro horas para mantener viva esa llama de libertad, dignidad y responsabilidad. Y hoy nos sentimos orgullosos de Aznar. ¡Soberbia despedida!
 

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