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Puntualizaciones

Fernando Castro (Long Beach, California) me proporciona una curiosa teoría para explicar la singularidad del sonido zeta en los españoles. Por lo visto, algún Rey de España ceceaba, no podía pronunciar la ese, y acabó así contagiando a toda la Corte y a casi todos los españoles. Solo los meridionales seguían seseando, lo que supuso que esa forma de pronunciar se impusiera en toda América. La historia es divertida, pero no me parece verosímil. Muchos españoles, sobre todo de la mitad septentrional, distinguen el seseo y el ceceo. En el Sur y sobre todo en Canarias se quedan con el seseo. Algunos andaluces fuerzan el ceceo allí donde el sonido natural es la ese. Yo creo que es más bien una herencia de los vascos o, vaya usted a saber, de las primitivas lenguas ibéricas. Sea como fuere, el hecho es que son dos formas de pronunciar perfectamente legítimas. Es una vacilación de la forma de hablar que hace atractivo el idioma español. Un castellano distingue entre cocido y cosido, cosa que el actual ministro de Justicia confundirá al hablar, por ser canario. Pero todos nos entendemos. Es más, me fascina la pronunciación de los canarios o de los iberoamericanos.
 
Por cierto, Ander del Río García me da cuenta de un Conceyu Xoven de Zamora, así, como suena, que reivindica la oficialidad de la lengua zamorana. Se trata de lograr la independencia del Gobierno Colonial de Valladolid. ¡Arrea! Y yo sin enterarme de que no hablo mi propia lengua (¿o será lingua?) zamorana. Puestos a rebuscar identidades, habría que resucitar la lengua en la que hablaba Viriato, y que seguramente se parecería mucho al vasco. Daré solo un detalle. En mi pueblo está el cerro Viriato donde se supone que celebró algún acto el caudillo lusitano. Hay quien dice que allí lo enterraron. Pues bien, el tal cerro se alza en el valle de las Urnietas. ¿No suena a vasco? ¡Pues no le queda jera [tarea] a los del Conceyu!
 
Hablando de vascos. Maribel F. Torbeck se lamenta de que se esté perdiendo el tiempo subjuntivo. En algunos casos se sustituye por el condicional, como hacen muchos vascos. Recuerdo que Enrique Tierno Galván, para no caer en el manido “yo diría”, prefería la forma “yo dijera”. Yo he vivido todo el bachillerato en San Sebastián y todavía se me escapa algún “si vendría” en lugar del “si viniera”. Tampoco es tan grave la mácula vascongada. Sí me preocupa más la virtual desaparición del subjuntivo, un tiempo que recoge la duda, la esperanza, la lógica borrosa.
 
María P. Castro se me queja de tantas “complicidades” (para indicar amistades o entendimientos) o esos “desde” sin determinación de lugar. En efecto, son dos ejemplos de la actual parla pública, tan repetida y cansina. Desde este púlpito se condena, aunque quizá pase a ser pulpito, en vista de que el ordenador ha decidido desordenar las tildes y dar paso a los taldes del terrorismo gramatical.
 
Luis Ángel (sin apellido; qué manía) me pide la referencia sobre mi libro Sancho Panza lee el Quijote. Está editado por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, se supone que para ser los primeros en celebrar el IV centenario de nuestra epopeya nacional. Por cierto, toda ella tiene lugar fuera de los territorios de la Comarca de Castilla. Pero yo he descubierto el testamento de Sancho Panza en el Archivo de Zamora. Ahí empieza mi figuración. Todos los puntos oscuros del Quijote resultan aclarados. ¿Cómo iba yo a desaprovechar el IV centenario sin echar mi cuarto a espadas sobre el Quijote?
 

En Sociedad

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