Es un drama político para los socialistas que todas las encuestas den ganador a Fraga en Galicia. Es un fracaso político de envergadura para el PSOE que todo gire en torno a si el PP sacará o no mayoría absoluta. Es una derrota del programa socialista que tenga que recurrir a una política perversa de alianzas para acceder al poder. El posible éxito aritmético del PSOE no es sino otra forma de hablar de la decadencia política de los ganadores. Pues que lo más grave de las elecciones de Galicia es que el perdedor pudiera llegar al poder. El PSOE, efecto, será el gran perdedor de las elecciones gallegas frente al PP, pero sólo podrá gobernar por un acuerdo con el BNG. El alevoso triunfo del PSOE sería tan ridículo, tan dependiente de fuerzas irracionales y malas artes nacionalistas, según todos los sondeos electorales, que las consecuencias serán terribles para este partido y, por supuesto, para los españoles. El PSOE diría, una vez más, adiós a la nación española en Galicia, porque tendrá que gobernar con independentistas.
Aunque lo oculten, después de cuatro mandatos, cuatro, gobernando en Galicia el PP, si el PSOE no gana por mayoría holgada las elecciones del 19 de junio, será un fracaso estrepitoso para el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Vendría a sumar, después de su llegada accidentada al poder, una derrota más a las que ya obtuvo en las europeas, vascas, por no citar el lamentable referéndum sobre la Constitución europea. También será un fracaso, porque ganando, o mejor, porque sólo puede ganar con los votos del BNG tiene que gobernar con este partido. No menos humillación sería para los socialistas, según predicen algunos analistas, que tuvieran que ceder las Consejerías más importantes, o incluso la presidencia, de la Xunta al independentista Quintana; nadie descarte esta posibilidad, sobre todo si recordamos que en las anteriores autonómicas, en 2001, esta coalición de partidillos independentistas y marxistas-leninistas fue la segunda fuerza electoral de Galicia por delante del PSOE.
Por lo tanto, aunque los socialistas alcanzasen el poder, resulta extraño, e incluso atrabiliario, que tengamos que hablar de su fracaso. En realidad, el fracaso es trágico, porque los resultados electorales demostrarían una vez más que el PSOE es incapaz por sí sólo, sin recurrir a tácticas y estratagemas postelectorales de desmontaje de la nación democrática, de crear una alternativa plausible al PP. El PSOE, y esta es la tragedia, es incapaz de generar nuevas ilusiones, nuevos proyectos democráticos capaces de desplazar a Fraga. Lejos de diseñar nuevas políticas o de poner imaginación a las pocas que tiene, el PSOE tiene que recurrir a las añagazas de los viejos partidos del XIX y XX que vendían su alma al diablo por las migajas del poder. La democracia concebida como una forma de vida atractiva al PSOE le trae sin cuidado, su única obsesión es la utilización del Estado de Derecho para eliminar a los adversarios por un lado, y, por otro, reducir la democracia a una mera fórmula aritmética, o sea, conseguir la mitad más uno de los votos a cualquier precio, que es el mejor camino para definir el “golpe de Estado postmoderno” del que tan partidario es el PSOE.
No quiero dudar de que, a veces, resulta normal gobernar en coalición con otras fuerzas políticas, pero hacer una campaña electoral sabiendo que, en el mejor de los casos, sólo podrá gobernarse con uno de los adversarios es más que triste. Es un drama, que termina pervirtiendo el programa de un partido, supuesto que lo tenga, e incluso la esencia de la democracia. En fin, a pesar de todo, o sea, de la edad y el estilo de Fraga, o que el PP no haya resuelto el problema de la sucesión en Galicia, o que el PSOE oculte el inmenso despegue económico y social de Galicia con Fraga, o incluso a pesar del chantaje de Rodríguez Zapatero al electorado gallego prometiendo que “no regatearé ni un euro del presupuesto de España para apoyar al gobierno de Touriño” y, por supuesto, a pesar de haber paralizado el plan Galicia de infraestructuras, etcétera, el PSOE no ganará las elecciones.
