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Daniel Rodríguez Herrera

Comunismo y software libre, otra vez

La única relación del comunismo con el software libre es la propaganda que partidos y hasta países como Cuba hacen de un supuesto "comunismo que funciona". Pasan por alto el pequeño detalle de que funciona precisamente porque no es comunismo.

La Free Software Magazine trae un artículo en el que, otra vez, se intenta calificar al software libre de comunista. Lo cierto es que el autor, Terry Hancock, es bastante más original que la media, porque para poder aplicar ese término le pone un adjetivo extraño: "de libre mercado". Esa extraña mezcla provendría, primero, del intento de separar, contra toda evidencia, la planificación centralizada de la economía del comunismo, como si fuera una característica accidental y no esencial del sistema; y, segundo, de separar el libre mercado del capitalismo como si fueran dos cosas distintas. En definitiva, un juego de manos un tanto sospechoso.

La conclusión de Hancock es que el software libre es comunista porque aplica el principio aquel de "de cada cual según su capacidad; a cada cual según sus necesidades" y porque es cooperativo y no competitivo. Y es también un mercado libre, aunque sea más bien un mercado basado en la reputación. Esta pretendida paradoja existe como resultado, no de una novedad intelectual, sino de un mero juego de palabras.

Entendido el principio del que habla Hancock en un sentido amplio, el capitalismo y el libre mercado siempre lo han cumplido. Así, las expectativas de mayor remuneración hacen que todos tiendan a emplear su cerebro y su esfuerzo en aquello en que tienen mayor capacidad, aquello que es más valorado por los demás. Del mismo modo, las necesidades de los consumidores son las que mueven a las empresas a ofrecer bienes y servicios. Por supuesto, en un sentido estricto no sigue esa máxima porque es imposible. Si se obligara a cada uno a dar según su capacidad al máximo y sin posibilidad de recibir más a cambio, todos esconderíamos nuestras capacidades para evitarnos tener que esforzarnos más. Si se ofreciera gratis según las necesidades, éstas se incrementarían hasta el infinito. Aquellos que más intentaran vivir según la regla, peor lo pasarían, como ya mostró genialmente Ayn Rand.

El software libre se aproxima aún menos a esa regla. Aquellos que desean participar no lo hacen necesariamente según su capacidad, sino sobre todo por el interés que tienen en el desarrollo de un producto en particular. Y aunque evidentemente podamos obtener del software libre lo que queramos según nuestras necesidades, eso no significa que los desarrolladores trabajen para satisfacerlas y, de hecho, muchas veces hay que recurrir al software propietario porque no lo hacen. Esto es debido a que el software libre no es más que un sistema particular de producción de software con sus ventajas –muchas– y limitaciones, como le sucede al propietario; no es una filosofía de vida ni una revolución.

En definitiva, la única relación del comunismo con el software libre es la propaganda que partidos y hasta países como Cuba hacen de un supuesto "comunismo que funciona". Evidentemente, pasan por alto el pequeño detalle de que funciona precisamente porque no es comunismo. Pero qué importa la verdad a quienes poseen la Verdad.

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