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Antonio Robles

En nombre del Estatut

Debo recordar una vez más que no se trata de añadir una hora más, como arteramente se repite, sino de restaurar la hora de estructuras lingüísticas comunes amputada a la enseñanza de lengua castellana para añadirla a la catalana.

Se veía venir. Ya habíamos advertido que acabarían por sacarse un truco de la manga para impedir que la tercera hora de castellano se imparta. En los recovecos nacionalistas primero se preguntan por lo más provechoso y después se buscan las razones o las sinrazones para justificarlo. Y, si de arrinconar la enseñanza del español se trata, entonces el recurso tramposo es inevitable.

Importa poco que todas las clases se den en catalán, menos aún que la propia enseñanza de la lengua española cuente con dos horas semanales frente a las cuatro de lengua catalana merced al incumplimiento de la normativa vigente y que el decreto del Gobierno central sobre enseñanzas mínimas ha tratado de restaurar. Debo recordar una vez más que no se trata de añadir una hora más, como arteramente se repite, sino de restaurar la hora de estructuras lingüísticas comunes amputada a la enseñanza de lengua castellana para añadirla a la catalana. Yo creía que era un titular de El Periódico de Cataluña y sin embargo es la consigna nacional. Todos a mentir mientras ensayan caras indignadas. ¡Qué poca vergüenza! (Les recomiendo una viñeta genial de Pallarès aparecida el pasado 22 de diciembre en la edición catalana de El Mundo. Nunca una imagen desnudó tan contundentemente una mentira.)

ERC, ICV y CiU arremetieron contra el decreto de mínimos, mientras el PSC callaba y otorgaba. Incluso el Consejero de Educación Ernest Maragall nos llegó a confundir con su intervención en el pleno de control al Gobierno el pasado viernes, día 22, en el Parlament de Cataluña. Contestaba el consejero al discurso étnico-lingüístico de la señora Irene Rigau, de CiU. Lo había logrado irritar con aquella estupidez de que el aumento de una hora de castellano acabaría con la rica fonética catalana de los niños de Bañolas. El Consejero le contestó que él por el contrario había constatado las dificultades de unos niños de Olot "para hacer una presentación pública en castellano en un concurso internacional en el Museo de la Ciencia".

Nadie nunca entre sus filas había denunciado evidencia tan corriente. Y menos en el parlamento. Por eso, el hemiciclo en pleno juró en arameo contra el atrevimiento de Ernest. Un rumor, mezcla de asombro y desaprobación, corrió como la pólvora mientras los tres diputados de Ciutadans sonreían la torpeza genial del consejero. Debo reconocer que por un momento logró equivocarme. Incluso para quienes tenemos vividos y rumiados todos los desengaños, las palabras eran atrevidas, muy atrevidas y más viniendo de quién venían.

Pero fue puro espejismo. Ayer sacaron el Estatuto como escudo para denunciar una "invasión de competencias" con la amenaza de recurrir al Constitucional si no se avienen a razones. Es decir, si no dan marcha atrás. El consejero de Política Territorial, Joaquín Nadal, hermano del director de El Periódico de Cataluña dejó claro que era "la preservación de competencias" del gobierno catalán la causa de la denuncia, no el contenido del decreto de mínimos.

Ahora resulta que la bondad o maldad de una acción política dependerá de si invade o no la letra del Estatuto de Cataluña. A este paso, el Estatut será la Biblia. No importará ya si un acto es bueno o malo, si está sujeto a derecho o no; lo que importará es si invade o no competencias del libro sagrado, interpretado por el ojo nacionalista. Es un aviso a navegantes: a partir de ahora esta será la murga. Cualquier cosa que no les interese será contrastada con la letra del Estatut. Con razones o sin ellas. ¡Qué Dios nos coja confesados!

Toda la tramoya surgida con Montilla es una evidencia de su voluntad por dar carrete y cansar al boquerón. Era evidente que los intereses nacionalistas de sus socios de Gobierno pesarían más que los intereses del Estado representados por sus compañeros del Gobierno español. A la primera oportunidad se ha demostrado. El algodón no engaña.

Todo esto de la lengua es muy cansado y aburrido. Desde las filas nacionalistas nos dicen que abusamos de la crítica a la política lingüística. Pero no me dejaré intimidar mientras no desaparezca la exclusión. A nadie se le ocurriría decir eso mismo de las denuncias a la especulación inmobiliaria o del maltrato a la mujer. Mientras no se respeten los derechos de todos los catalanes a utilizar y ver representadas sus lenguas en las instituciones, servidor seguirá en la brecha.

Pero lo peor de esto no es la lengua, será el enfrentamiento sistemático con el Gobierno central por aceptar éste el artículo 111 del Estatut que permite a la Generalitat blindar sus atribuciones en materias compartidas con el Estado. Pasen y vean cómo la política sirve a veces para crear problemas en lugar de solucionarlos.

En España

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