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Agapito Maestre

Fascinación y repulsión de la bondad

La convicción cristiana algo demasiado ancho, grandioso, para que nuestra casta política pueda integrarlo en su pobrísimo discurso que no pasa de ofrecernos una felicidad tasada por una andorga llena.

Dos millones de euros ha donado la Conferencia Episcopal Española a Cáritas, una ONG de la Iglesia que es vital para paliar la creciente vulnerabilidad social de los más desfavorecidos por la crisis económica española. Desgraciadamente, según algunos comunicadores de La Cope, la noticia ha pasado desapercibida, y lo lamentan. También yo me lamento de la falta de ilustración de nuestros medios, pero me consuelo tomando nota, o sea, pensando, que la bondad para el cristiano desaparece, cuando ésta se presenta abiertamente. Es la grandiosa y fascinante paradoja del cristianismo. El obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino, fue preciso, cuando le preguntaron por qué los medios de comunicación no informan sobre esa donación, y citó las bíblicas palabras: "Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha". Perfecto.

Eso no significa que dejemos de mencionar a las personas que no se cansan de hablar de las bondades de la Iglesia Católica. Entre otras razones, porque en España no abunda el respeto a una institución insustituible para comprender nuestra historia y lo poco que queda de nación. Felicidades, pues, a quienes se atreven a reconocer los méritos de la Iglesia en un ambiente hostil contra el cristiano; o ¿acaso no son millones los que están empeñados en la persecución al cristiano? ¿Qué destaca la prensa española del cristianismo? Su fragilidad, fealdad y vulnerabilidad espiritual, es decir, sus debilidades, o sea, todo lo que el propio cristianismo elevó a rango superior frente a la cultura grecorromana. En España, parece ya un tópico que quien menciona el catolicismo, es casi siempre para mofarse, desprestigiar e insultar a la Iglesia. El propio presidente del Gobierno, desde su llegada accidentada al poder en 2004, dirige una campaña perfectamente planificada contra la Iglesia.

Más aún, toda la política de Rodríguez Zapatero está centrada en un ataque al ciudadano cristiano. No tanto porque tenga una ideología, sino porque tiene principios. Convicciones. La oposición del PP pasa del asunto. Se esconde en lugares comunes y hace declaraciones políticamente correctas, pero pasa de largo de ese ataque no sea que la identifiquen con los valores cristianos. Y el resto de partidillos con representación parlamentaria no sólo secundan el desprecio gubernamental a la Iglesia, sino que también algunos de ellos adquieren su sentido en el ataque a los principios del ciudadano cristiano.

Es verdad que esta manía, casi una obsesión persecutoria, de nuestros políticos contra la Iglesia no obedece a un afán de ilustración, ojalá, sino de ocultamiento de sus propios defectos y limitaciones para construir una democracia, una comunidad pública, donde quepan todos los ciudadanos en condiciones de igualdad y libertad. El político español es corto de entendederas, quizá tanto como el intelectual y el periodista, para hacerse cargo del mensaje fundamental del cristianismo para la vida pública: entrégate a las buenas acciones al margen de toda creencia y esperanza. Es la bondad absoluta predicada por Jesús de Nazaret lo que el político español no se atreve a entender, porque no tiene valor, le falta cuajo moral, para integrar ese mensaje cristiano en la "res publica". La bondad cristiana no es un simple acto de solidaridad o caridad organizada. Es mucho más.

En verdad, no sólo para los políticos-basura, que son la mayoría de los que pastorean los partidos españoles, sino también para el ciudadano normal resulta complicado asumir ese mensaje de Jesús, pero sigue siendo la base del cristianismo. Lo que convirtió en un gran acontecimiento, en una paradoja fascinante, la aparición histórica de Jesús de Nazaret es la "cualidad negativa de la bondad", que se expresa de diversas maneras en boca del crucificado: "Haz el bien sin mirar a quien". "Procura que tus limosnas no sean vistas por los hombres". "Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha".

Es, pues, la convicción cristiana algo demasiado ancho, grandioso, para que nuestra casta política pueda integrarlo en su pobrísimo discurso que no pasa de ofrecernos una felicidad tasada por una andorga llena. En fin, si la res publica empieza y termina en un conjunto de individuos con la panza satisfecha, no me extraña que haya cristianos contemporáneos que vuelvan a Tertuliano: "Nec ulla magis res aliena quam publica" ("Ninguna materia nos es más ajena que la pública"). Sin embargo, espero, especialmente por el bien de los no cristianos, que la mayoría de los seguidores del Nazareno salgan el día 28 a la plaza de Colón. Sí, sí, por el bien de todos los españoles, espero que sean muchos, cristianos y no cristianos, los que hagan caso a la llamada de Rouco Varela.

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