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José García Domínguez

"¡No pasarán!"

Para el partido, aquél era un día normal, uno como otro cualquiera, quizá con la única salvedad de que un anarquista de veintisiete años iba a ser ejecutado, garrote vil mediante, en pleno centro de la capital de Cataluña.

Inconfundible, reconozco en las portadas la imagen de Salvador Puig Antich, también él estampa necrófila de esa tropa otoñal que, heroica, desfila por calles y plazas pugnando por labrarse un pasado antifranquista. Puig Antich. En Barcelona, su ciudad, hubo una manifestación, sólo una, cuando lo mataron. Transcurrió por la Diagonal, a la altura de zona universitaria. Eran los guerrilleros de Cristo Rey, festejando el "castigo ejemplar" dictado por el Régimen y, de paso, postulando el paredón para Tarancón y otros notorios rojos. Nadie más movió un dedo. La dirección del partido, ese mismo que acaba de apropiarse de su memoria, había transmitido órdenes muy precisas a todas las células: no hacer nada. Ni octavillas, ni saltos en la calle, ni huelgas, ni encierros en la Universidad, ni abajofirmantes. Nada de nada.

Para el partido, aquél era un día normal, uno como otro cualquiera, quizá con la única salvedad de que un anarquista de veintisiete años iba a ser ejecutado, garrote vil mediante, en pleno centro de la capital de Cataluña. Apenas eso. Una anécdota trivial que en modo alguno habría de impedir que Manolo Vázquez Montalbán y los alegres chicos del PSUC celebraran su gran fiesta en La Oca. Allí, en el restaurante de la aún Plaza de Calvo Sotelo, a un tiro de piedra de la cárcel Modelo, donde Puig Antich ya aguardaba al verdugo, la crema y nata de la progresía regaría en champán el nacimiento de Por Favor, una nueva revista política. Ferozmente antifascista, of course.

La velada fue deliciosa, a decir de los muchos invitados. Así, cuenta Joan de Segarra que a Antonio Fraguas ‘Forges’, venido desde Madrid para el sarao, le preguntó un plumilla local qué sensación le producía Barcelona. Fraguas, siempre tan chistoso, respondió: "¡Cinco a cero!" (la reciente victoria del Barça frente al Real Madrid). Concluye, en fin, el mentado Segarra: "Llamé a mi amigo Jaume Perich y le dije que había llegado el enterado, que Puig Antich estaba en capilla. Perich me dijo que lo sentía mucho, pero que no podía desconvocar la presentación de la revista y por consiguiente la cena. Le dije a Perich que me disculpase, que no me veía con ánimos de ir a esa cena". Sería el único. Ningún otro convidado falló.

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