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Agapito Maestre

Duro, resistente e inflexible

Reconozco otra vez, y no me cansaré de repetirlo, que Rodríguez Zapatero es un killer político. Podría sobrevivir todo lo que quisiera a su triste y ajado entorno histórico.

La entrevista del director de El País, Javier Moreno, a Rodríguez Zapatero es digna de ser leída con atención. Es larga, muy larga, pero mantiene el ritmo de principio a fin. Los dos están seguros, a veces demasiado, de sus posiciones; mientras que el entrevistador no ahorra críticas al entrevistado, el presidente del Gobierno se ratifica sin ningún tipo de complejos en las rectificaciones de sus errores anteriores. No le duelen prendas reconocer que ha tenido que cambiar casi radicalmente su programa de Gobierno. Es obvio que puede hacer lo que le da la gana, entre otros motivos porque controla a los nacionalistas y a los sindicatos, y además no se le caen los anillos por bajar las pensiones. Sigue siendo el tipo frío y duro de siempre.

Demuestra contundencia política, especialmente cuando le reitera a Moreno que "sabe cuándo se ha equivocado", y una persistencia inequívoca y audaz en sus posiciones ideológicas, sobre todo en lo referido a la reforma "revolucionaria" de costumbres, creencias y tradiciones. Aunque es un creador de odio extraordinario, nadie olvide que es su gran capital ideológico y electoral, aparca la ley de reforma religiosa, sencillamente, porque a él no le parece urgente el asunto. Punto. De modo parecido, Rodríguez Zapatero se muestra inflexible con el periodista ante la distinción entre la limitación de los derechos sociales y la bajada de salario de los funcionarios; el periodista es rectificado con precisión.

Reconozco otra vez, y no me cansaré de repetirlo, que Rodríguez Zapatero es un killer político. Podría sobrevivir todo lo que quisiera a su triste y ajado entorno histórico. Es el principal causante de toda esta miseria política y social, pero pasa de puntillas como si la cosa no fuera con él. Ha conseguido convertir en un erial democrático toda España. Ha hurtado espacios públicos imprescindibles para la construcción de una ciudadanía desarrollada, pero se presenta como campeó de libertades individuales; ha reducido al ciudadano a cliente de sus dádivas, pero habla de desarrollo democrático. Pero, a pesar de todo, nadie osa discutirle que, sobre ese suelo miserable, tiene balas suficientes para matar a quien se le ponga por delante.

Yo detesto el fondo populista y reaccionario del presidente del Gobierno, pero reconozco que nadie mejor que él para engañar a tirios y troyanos. Y, sobre todo, para mantener a distancia a Rajoy; por cierto, le da dos golpes precisos al del PP, además, en el lugar que más duelen; primero, le recuerda que él sabe todo lo que hay que saber sobre ETA, y, en segundo lugar, que Rajoy no se siente fuerte, como parece que transmite a los suyos, porque si fuera realmente fuerte, sin duda alguna, ya habría pactado la reforma del sistema de pensiones.

El de León está tocado, cómo no reconocerlo, por algo de la virtù maquiavélica, aunque ya no le sirva para domesticar a la fortuna. Rajoy a su lado es sólo eso un buen hombre. En fin, si tuviera que definirme sobre su candidatura a las próximas elecciones sólo por la lectura de esta entrevista, diría que no sólo se presentará sino que, a diferencia de lo que dicen las encuestas, quizá no lo tendría tan difícil. Una duda, sin embargo, me asalta; a saber, su comportamiento pesimista, casi derrotista, en su última intervención en el Congreso de los Diputados. Nadie con dos dedos de frente puede poner entre paréntesis esa comparecencia, pues que dijo, exactamente, todo lo contrario de lo que ha sido hasta ahora toda su vida política.

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