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Antonio Robles

Multar a los padres por la borrachera del hijo

Los sistemas educativos desde la Logse han sido demasiado permisivos con los niños; y las redes sociales y la televisión basura hacen estragos a diario.

Si lo que querían era provocar un debate social, lo han conseguido. Por el contrario, si van en serio con la ocurrencia, una vez más nuestros políticos ponen normas donde deberían poner arrestos.

Si hay alguien más interesado, implicado y comprometido con evitar que un adolescente beba o se drogue son sus padres. Primero, porque buscan lo mejor para lo que más quieren, y porque son los que más cercan están para impedirlo. ¿A quién se le puede ocurrir multar a los padres, si son ellos los primeros en sufrir la desolación de un hijo en estado etílico? ¿Suponen que lo provocan, o está en su mano impedirlo?

No sé qué experiencia tienen la ministra Ana Mato y el responsable del Plan Nacional sobre Drogas sobre el comportamiento adolescente. Pero barrunto que escaso, porque si tuvieran que convivir a diario con sus problemas se darían cuenta de que cada día miles de familias se desesperan porque son desbordadas por sus hijos. No porque no se preocupen de su educación, o los desatiendan, sino porque los sistemas educativos desde la Logse han sido demasiado permisivos con los niños; y las redes sociales y la televisión basura hacen estragos a diario en los valores necesarios para hacerles responsables de sus actos. Es seguro que hay padres delincuentes, drogadictos e irresponsables. Me temo que multar a estos no arregla el problema, porque el problema no se reduce a estos casos, sino que abarca a la totalidad de la sociedad y a la totalidad de los padres. Nadie puede estar seguro de que no le pase mañana a él.

Cuando se instala un problema social entre nosotros, siempre es demasiado tarde. No fue el pasado sábado cuando perdimos el control sobre nuestros hijos, sino hace dos décadas, cuando impusimos un sistema educativo Logse nacido de la falta de compromiso con el esfuerzo, con la responsabilidad ante nuestras propias acciones, con la desaprobación de la autoridad y las jerarquías familiares y la sustitución de la libertad responsable por el hedonismo más ramplón. Los padres eran amigos, y los maestros colegas, todo estaba permitido, menos hacerse cargo de los propios errores. No son los padres, es la sociedad entera la responsable de esta borrachera colectiva. A un niño lo educaba la tribu, y hoy la tribu está demasiado ocupada en sacar en pantalla a los referentes más extravagantes y menos edificantes. Y si no, fíjense en las audiencias de Sálvame o toda esa basura de las mil versiones de Gran Hermano.

Esta ocurrencia del Gobierno de Rajoy me recuerda a aquella campaña de pegatinas que se pegaban en la trasera del coche con el eslogan de "No a los accidentes". ¡Como si pudiéramos hacer algo con solo desearlo! O esa otra del sistema educativo catalán, que ante la falta de coraje para imponer disciplina, autoridad y respeto en las aulas hace firmar a los padres una "carta de compromiso con la escuela". Como si los padres que la firman no lo tuvieran. ¿Valdrá para algo firmarla, aparte de como justificación a los responsables de educación que se oponen a expulsar del aula a quienes la convierten en un infierno?

Soy muy consciente de la responsabilidad de muchos padres por no haber sabido poner límites mientras aprendían poco a poco a gestionarlos por sí mismos. Son responsables, y han de ser conscientes de ese error. Pero bastante castigo tienen ya con el coma etílico del hijo como para que encima venga el Gobierno a culpabilizarlos. Educación y prevención. Unos son niños y los otros son padres, ni los unos ni los otros delincuentes. Ni la una ni la otra se consiguen con multas, sino con generaciones educadas en valores responsables. Y libertad.

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