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Pablo Planas

Ada, el sexo y los policías rotos

Colau no predica con el ejemplo sino con su exacto opuesto.

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, muestra una gran sensibilidad por los desfavorecidos, marginados, parias y vagabundos. Eso le honra. Antes de tomar posesión de la vara se paseó con un grupo de voluntarios por las calles de Barcelona para hacer un censo de quienes dormían a la intemperie. Casi ha pasado un año y nada ha cambiado para ellos. Valga decir que no es fácil tratar con los sintecho. Están tan quemados, dicen, que sólo aspiran a que ningún niñato les rocíe con gasolina para prenderles fuego y a morirse en paz. La mayoría rechaza las ayudas sociales y un techo porque implican horarios tan estrictos como los de la trena y programas de desintoxicación que les privan de su único consuelo, el cartón de vino. No se dejan ayudar, ya sea por Cáritas o por los damas de negro de Podemos. Eso es así.

Sin embargo, Colau no se da por vencida y exhibe sus propósitos y buenas intenciones en cada discurso, proclama, entrevista o paseo callejero. Una de sus últimas acciones ha sido introducir cambios en el "Consejo Municipal de Gays, Lesbianas y Hombres y Mujeres Transexuales", creado en 2004. ¿Cómo que los hombres primero?, se preguntaron Ada y sus colaboradores. Eso no puede ser, se respondieron. De modo que ni cortos ni perezosos se propusieron cambiar esa realidad. Con ocasión del día mundial de la mujer, el pasado 8 marzo, el tal organismo local decidió dar la vuelta a la tortilla de la pluralidad sexual y ampliar sus fronteras. Desde entonces, el órgano se llama "Consejo Municipal de Lesbianas, Gays, Trans, Bisexuales e Intersexuales". Enorme avance. Las chicas primero, los bisexuales adentro y los intersexuales al final. La confusión, no obstante, es total, porque desde las lesbianas a los bi, el problema es una cuestión de gustos, elecciones, afinidades y libertades, mientras que los intersexuales, a la luz de la ciencia médica, son aquellas personas que presentan características genéticas de hombre y mujer y cuya identidad y orientación sexual suele ser decidida por padres y médicos. Nada que ver, en principio, con un gay, una lesbiana o un/una bisexual.

En cualquier caso no se puede negar a Colau y sus afines una cierta preocupación por la cuestión, aunque se les vaya el tiro por la culata, confundan, con perdón, churras con merinas y metan a todas y todos en el mismo saco. Lo extraño es que esa sensibilidad no alcance a las personas discapacitadas. Y menos aún cuando se trata de agentes de la Guardia Urbana que han sufrido accidentes en acto de servicio. Según una información de El Mundo, el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi) envió una carta a Colau el pasado 7 de marzo que aún no ha tenido respuesta. En la misiva se denuncian los casos de agentes de la policía local que tras haber sufrido accidentes que les impiden asumir los servicios habituales en la calle son enviados a la puta ídem, despedidos del ayuntamiento para que ahí se las compongan. Se les niega lo que se conoce como "segunda actividad", un puesto administrativo o de investigación acorde a sus potencias y aptitudes.

Uno de los muchos casos, el del exagente de la Guardia Urbana Vicenç Flores, ha llegado hasta el Comité de Derechos Humanos de la ONU. En 2010 fue expulsado de la Guardia Urbana. Se aplastó un pie en un accidente de coche al acudir a socorrer a una víctima de maltrato machista. Era el último año del alcalde socialista Hereu. Su sucesor, el convergente Trias, pasó de todo y, por el momento, Colau también. Pero seguro que alguien como ella enseguida pondrá remedio a esta situación y a la decena de casos similares que tiene sobre la mesa. ¿O no?

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