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Pablo Planas

Sexo en grupo en la CUP

Gabriel es una hembra alfa anticapitalista, antipatriarcado, independentista, feminista y leona partidaria de la crianza en común de los cachorros.

Gabriel es una hembra alfa anticapitalista, antipatriarcado, independentista, feminista y leona partidaria de la crianza en común de los cachorros.
EFE

Anna Gabriel marca tendencia. La diputada cupera es un referente político en Cataluña, una personalidad a tener en cuenta en los próximos tiempos, trending topic universal en materia de higiene genital. Ya fue clave para cargarse a Artur Mas, cuya cornamenta expone en su particular sala de trofeos. Gabriel es pues una hembra alfa anticapitalista, antitampones, antipatriarcado, independentista, feminista, vegana y leona partidaria de la crianza en común de los cachorros. ¿Cómo? Tal cual. Todo el poder para los sóviets. La estructura familiar clásica es un atraso, considera ella, que entiende que "instituciones" como la "tribu" son alternativas prácticas y practicables frente a la sociedad machista, tradicional y limitada a la pareja, la familia nuclear, cosa que le parece "pobre".

El origen de la familia es un debate inabarcable entre antropólogos y etólogos relativo a las prácticas reproductivas y la supervivencia. En cambio, es de consenso en la CUP que la familia es un engendro creado por los varones para someter a las mujeres, una atadura contra la naturaleza poligámica de la especie humana forjada a partir de matrimonios cerrados, religiones constrictoras y un sistema de dominación y sometimiento de la féminas al gañán más bestia o con más atributos físicos o económicos.

Fuera mandangas. Viva el amor libre, la vida en la comuna y la colectivización de los niños. El sistema Gabriel de comunidades abiertas no sólo recuerda a los jipis de los sesenta, sino a otras organizaciones vitales que, según la susodicha, también son "culturas". Ahí está. Existen los clanes, las manadas, los rebaños, los mormones y los harenes, las sectas, las mafias, las piaras y las bandas, las tribus, los yanomamo y los tibetanos. De los penúltimos se sabe que las mujeres se ocupan de la tierra y los hombres de la guerra. Los niños están al cuidado de las abuelas. O sea, más o menos como aquí. En cuanto a los naturales del Tíbet, se dan casos en los que varios hermanos comparten a la misma mujer para no disgregar el patrimonio familiar con sobrinos y nietos por todos los lados. En el Golfo Pérsico son partidarios de lo mismo, pero a la inversa. Un hombre puede tener las mujeres que pueda mantener o sojuzgar. Los mormones, otro pedazo de cultura, también se casan, si pueden, con varias mujeres. A mayor abundamiento varietal, en el Egipto de los faraones no era tabú el incesto, de modo que en las clases nobiliarias se daban matrimonios entre hermanos con el fin de no desperdigar el patrimonio. Esparta es otro ejemplo esférico. Los niños defectuosos se precipitaban por un acantilado y los demás quedaban al cuidado del común de las mujeres hasta que pasaban al estadio castrense, que no castrado. Los padres de aquellos infantes cohabitaban con sus colegas de milicia, entre cascos, escudos y espadas, sobre todo espadas.

Sea nuestra cultura patri, matri, poli o mono, el caso es que la reproducción ya no está anclada al coito. En esas circunstancias, la diversidad familiar es tan amplia que en los partes de nacimiento o adopción figuran las leyendas progenitor A y progenitor B en lugar de padre y madre. Por lo demás, la familia que más crece es la monoparental, prueba fehaciente del deterioro y fracaso del concepto familia.

Lo intuyó Charles Manson, que fundó una saga en la que el vínculo de sangre lo ponían las víctimas de aquel grupo de adolescentes piradas sodomizadas por traficantes de estupefacientes. Otro modelo alternativo de gran éxito hasta su extinción fue el de los davidianos, escisión de los Adventistas del Séptimo Día comandada por un tipo llamado Vernon Howell, que se cargó al papa legítimo, George Roden, en un tiroteo. Howell se proclamó la reencarnación de Jesucristo y disfrutaba de las adolescentes vírgenes y de viandas vedadas a la mayoría de los hermanos davinianos, tal que Manson. La cosa acabó fatal. En 1993 el FBI quiso meter mano a la secta por posesión ilegal de armas (el fin del mundo estaba a la vuelta de la esquina y había que pertrecharse) y los fratelli se pegaron fuego en un rancho de Waco (Texas). Murieron más de ochenta personas, muchos de ellas niños educados en una idílica comunidad en la que cualquier adulto podía ser su padre o su madre. A saber...

Las experiencias previas de comaternidad y copaternidad no son precisamente edificantes. Tampoco el intervencionismo estatal parece una fórmula racional. La política del hijo único en la China de los noventa supuso un auténtico genocidio de niñas. Una comuna, sea progre, pija, sectaria, ibicenca, rastafari, giróvaga o cuáquera, no es el mejor ambiente para sacar una criatura adelante. Otra cosa es el sexo en grupo parlamentario.

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